•𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒𝟏•

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 →𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.

—¿Para qué estamos aquí exactamente?

—Para sobrevivir —respondió Blair—. Y no hablo de los murciélagos de los huevos, hablo de matar a Vecna.

—¿Y quieres que lo hagamos escondidos en la Roca del Cráneo?

—¿Quieres salir y que te maten, Munson?

—No, la verdad es que me apetece seguir vivo.

—Pues entonces no te quejes tanto.

—Oh, joder... —murmuró Tyler saliendo del escondite—. Por los pelos.

—Sí, demasiado justo.

—Mierda.

—Steve, joder —Sallow se acercó a él en cuanto vio que empezó a desplomarse.

—Estoy bien, estoy bien.

—No, no, no, no. Estás perdiendo sangre. Ven, siéntate, siéntate —se puso de rodillas, al igual que ella, y se llevó las manos a las heridas. La chica, tras pensar qué podía hacer, se rompió una parte de la camiseta.

—Vale, la buena noticia es que el mareo no es un síntoma de la rabia. Pero si empiezas a tener alucinaciones o espasmos musculares, o te sientes agresivo o tienes ganar de pegarme, deberías decírmelo —le dijo su hermana.

—Tyler.

—¿Si?

—Quiero darte un puñetazo —la morena soltó una risa nerviosa.

—Tienes sentido del humor, eso es bueno. Vale —la joven se levantó en cuanto vio que su mejor amiga ya tenía la tela entre sus manos—. Aguanta. Que como te mueras, me voy contigo —eso fue lo último que dijo antes de ponerse en pie e irse con Eddie.

—¿Estás listo?

—Sí, hazlo ya —se la puso en el abdomen, de manera que cumpliese la función de torniquete para evitar que siguiera saliendo más sangre. Se quejó.

—Lo siento.

—Tranquila —se llevó las manos al pelo.

—¿Aprieta mucho?

—No, está bien.

—Vale —hizo un nudo—. Vale —hicieron contacto visual, y la muchacha notó como su labio inferior comenzó a temblar—. Me he puesto en lo peor, Steve.

—Eh... —acunó la cara de su chica entre sus manos—. Estoy bien, ¿no? Eso es lo importante.

—Que sepas que si te llegas a morir en algún momento hago lo mismo que tu hermana. Me muero yo también —el joven le dio un beso en la frente, y con cuidado, Blair le ayudó a levantarse.

—Entonces, eh... ¿Este sitio es como Hawkins, pero con monstruos y cosas así? —preguntó Eddie.

—Básicamente —vieron que Munson comenzó a bajar de la roca en la que se había subido—. Cuidado con las enredaderas. Son una mente colectiva.

—¿Es qué?

—Las enredaderas siniestras, tío. Son como un solo ser. Si pisas una enredadera o un murciélago, pisas a Vecna —explicó Steve.

—Joder. Pero todo lo de nuestro mundo está aquí, ¿no? Excepto las personas —preguntó el chico.

—Hasta donde yo sé, sí.

—Teóricamente podríamos ir a la comisaría para robar armas y granadas para volar a los murciélagos que vigilan el portal —propuso Tyler.

—Bueno, dudo que la policía de Hawkins tenga granadas, Ty. Pero armas sí, seguro.

Agápē ||Steve Harrington||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora