•𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒𝟎•

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 →𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.

—Está pasando algo —Blair suspiró al oír al niño. Ya había anochecido y quería descansar las piernas aunque fuesen cinco minutos.

—Eh, Dustin, frena un poco. ¡Dustin! —ignoró la advertencia de Tyler y fueron detrás de él.

—¡Creo que nos acercamos!

—¡Eh, ten cuidado! —Eddie le agarró de la sudadera, evitando así que se cayese al lago.

—Joder. Tiene que ser una broma.

—Ya. Sabía que este bosque me sonaba.

—El lago Lovers —dijo Robin.

—Estoy... Confundido —Dustin no dejaba de mirar su brújula.

—¿El portal está en el lago Lovers? —preguntó Max.

—Cuando el demogorgon atacaba, siempre dejaba una apertura —recordó Nancy.

—Solo hay una forma de saberlo —dijo Steve. Al mirar a su alrededor, vieron una barca tapada con una lona. Así que se acercaron a ella y tras quitarle el tozo de tela, la dejaron en el agua—. Despacio. He dicho despacio, tío.

—Vale.

—Con permiso —Tyler se apoyó en las cabezas de Eddie y Steve—. Sí, gracias.

—No hay problema —Munson se subió, y Steve miró a su chica.

—No es momento de pensar en quién va o no —se pronunció Wheeler—. Id vosotros, Robin y yo nos quedamos aquí.

—Yo lo prefiero, mi equilibrio no es el mejor —comentó Buckley,

—Siempre viene bien que alguien se quede en tierra. Y si necesitáis ayuda, solo tendréis que llamarnos.

—Os cubriremos con lo que pase —añadió Robin.

—Genial —Blair agarró la mano de Steve, que la ayudó a montarse en la barca.

—Eh, eh, para —Eddie frenó a Henderson al notar las intenciones de querer ir—. ¿Quieres hundirnos? Ya vamos demasiados.

—Es mejor así, quedaos con las chicas y con Max. Y procurad no meteros en líos.

—Eso vosotros, ¡la teoría del portal es mía!

—Ya has oído a Blair—le dijo Tyler.

—¿Quién la ha puesto al mando?

—Yo misma —respondió la rubia, y extendió su mano—. La brújula —refunfuñó y se la entregó.

—Eh, toma —Steve le lanzó la mochila y se subió en la barca después de empujar.

—¡Has dicho que erais demasiados!

—Lo siento —le dijo mi novio. Tyler y Eddie comenzaron a remar. Blair llevaba la brújula y Steve alumbraba con la linterna.

—¡A la cama a las nueve, niños!

—Dios, qué gozada no ser la niñera esta vez —comentó Steve, y las chicas rieron—. Oye, Ty... Quiero pedirte disculpas. Bueno, a los dos en realidad —en ese momento, la muchacha dejó de remar y encaró a su hermano.

—¿Qué?

—Sé que he sido un auténtico coñazo con esto, pero... Eres mi hermana, prácticamente eres mi vida, y lo que quiero es verte bien. Pero... He visto que él te hace feliz, y... —miró a Eddie, que también había dejado de remar para mirarle—. Eres buen chico, Munson. Y demostraremos tu inocencia —Blair reprimió una sonrisa al escuchar aquellas palabras.

Agápē ||Steve Harrington||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora