Cap. 7

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Ambos llegaron a la línea de árboles en los lindes de la propiedad, la suave brisa que movía las ramas de los robles ahogaba el ruido del torneo y los invitados. Unos pasos más y el viejo lugar, bloquearía la visión del campo de golf.

El corazón de Joaquín latía a toda velocidad y no sabía si era por el deseo de salir corriendo ó por el deseo de no hacerlo.

Estaba a punto de hacer lo primero cuándo Emilio tomó su mano.

— Vamos, dame algún nombre. Dime quiénes son esos hombres tan malos en la cama que te han hecho renegar del sexo.

— Yo nunca he dicho — empezó Joaquín a negar, pero Emilio lo interrumpió enseguida.

— ¿Y si alguno de ellos estuviera saliendo con mi hermana, por ejemplo?

Joaquín intentó recuperar su mano, pero él no lo dejó y no tenía corazón para apartarse bruscamente.

— Seguro que ni siquiera tienes una hermana.

— Esa no es la cuestión — mientras hablaba, Emilio lo llevaba hacía la casa —. Podría ser una amiga mía, alguien a quién aprecio. A menos que me des esos nombres, no sabré en quién confiar. ¿Y si fuera mi mejor amigo?

Joaquín soltó una carcajada. Y el alfa de Emilip reaccionó de inmediato ante el sonido.

— Dudo mucho que tu mejor amigo sea el chico con el que fuí al baile de graduación.

Emilio se detuvo en seco.

— ¿El baile de graduación? ¿Estamos hablando del instituto? ¿Hemos pasado de legiones de alfas que te habían decepcionado a la persona con el que fuiste al baile del instituto, un adolescente?

Si fuese otro hombre, el sarcasmo lo habría ofendido, pero Joaquín se encontró riendo.

— Nunca he dicho que hubiera sido una legión de chicos, eso te lo has inventado tú.

— Pero entonces estamos hablando de un adolescente. ¿Crees que puedes saber cómo soy en la cama basándote en tu experiencia con un chico del instituto?

— No fué sólo un chico.

Emilio inclinó a un lado la cabeza.

— Veo que pones el énfasis en «uno» en lugar de «chico», de modo que seguimos hablando de chicos, no de hombres.

Joaquín se dió cuenta de que había caído en la trampa y por fin encontró fuerzas para soltar su mano.

— ¿A dónde quieres llegar?

— No estás siendo justo y tampoco lógico. Basas tus argumentos en relaciones adolescentes.

— ¿Y qué?

Dando un paso adelante Emilio lo tuvo contra la pared de la casa. A la luz del sol que se colaba entre los árboles, su expresión le pareció la de un lobo hambriento.

— Los adolescentes no tienen control ni experiencia. Y eso significa que no saben lo que hacen.

Sus palabras no dejaban lugar a dudas: él sí sabría lo que debía hacer. Con Emilio no habría caricias torpes, ni disculpas, sólo placer. Joaquín sintió un escalofrío y tuvo que morderse los labios para disimular.

— Si fueras justo, tendrías que poner a prueba tus teorías. No con un chico sino con un hombre.

Joaquín sabía lo que estaba pensando. Lo veía tan claramente cómo si sus pensamientos se proyectasen en una pantalla.

— ¿Y qué sugieres entonces, que me acueste contigo para demostrar que tienes razón? — intentaba ser irónico, pero por alguna razón sonaba cómo si estuviera sin aliento.

Emilio lo estudió, en silencio, y Joaquín tuvo la impresión de que estaba intentando averiguar si era la clase de persona que se echaba atrás después de lanzar un reto.

— Puede que hoy te salgas con la tuya y puede que yo te deje hacerlo. Ó tal vez tengas razón y me aburriré pronto de perseguirte, pero si eso ocurriera, lo único que habrás conseguido demostrar es que eres más aferrado que yo, no que tengas razón.

— Pero sigues sugiriendo que me acueste contigo sólo para demostrar que tú tienes razón.

Emilio pasó una mano por su brazo.

— No, lo que sugiero es que me des una oportunidad. Un beso, eso es todo lo que te pido. Puedes pararme cuándo quieras. Si estoy equivocado, el beso no te afectará en absoluto.

Joaquín intentaba respirar con normalidad, pero le costaba trabajo llevar aire a sus pulmones. Incluso podía sentir cómo su omega soltaba sus olores de excitación.

¿Se habría dado cuenta Emilio? ¿Sabría lo excitado que estaba con el simple roce de su mano?

— ¿Y si tuvieras razón?

— Sólo te pido que lo intentemos. Un beso... ¿qué puede haber de malo en un beso?

Joaquín inclinó a un lado la cabeza, cómo si estuviera pensándoselo.

— ¿Porqué es tan importante para tí?

— ¿Porqué te esfuerzas tanto para negarme un simple beso? ¿Qué temes que pueda pasar?

Joaquín no podía ser sincero con él. «Temo perder el control por completo».

— ¿Sólo un beso? — murmuró.

— Pararé cuándo tú me lo pidas.

— ¿Me lo prometes?

— Te lo prometo.

Buenas aquí les dejo capítulos nuevos

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Buenas aquí les dejo capítulos nuevos.


Ahora si se nos viene todo lo bueno 😏


Nos vemos AlbertXioW.

Accidental Fiancé // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora