Cap. 18

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Después de horas de sonreír, charlar y soportar las felicitaciones de extraños, Joaquín tomó una copa de vino y salió al jardín para recuperarse un poco.

Nikolás y Eduardo estaban al fondo del jardín, en la zona más oscura... besándose.

Llevaba algún tiempo sospechando que había algo entre ellos, pero la reciente declaración de Eduardo en pleno campo de golf no dejaba lugar a dudas: estaban locamente enamorados.

Y se alegraba por Nikolás, pero también estaba un poco celoso. Aparentemente, todo el mundo iba a encontrar el amor ese verano.

Todo el mundo menos Joaquín.

Aunque eso no era verdad del todo. Había encontrado el amor, el problema era que el amor no lo había encontrado a él.

Suspirando, volvió a entrar en la casa y estaba buscando una mesa para dejar su copa cuándo un hombre se acercó a el.

— ¡Pero si es el omega afortunado en persona! — exclamó, dándole una palmadita en la espalda.

Joaquín lo miró, perplejo. Debía de tener unos 30 años, sonrisa falsa, traje italiano, pelo meticulosamente peinado para disimular que estaba perdiéndolo. Su rostro le resultaba familiar, pero no podía ponerle nombre.

— Perdona, pero... ¿nos conocemos? — Joaquín se alejó un poco dudoso.

— Yo te conozco a tí. De hecho, todo ésto es culpa mía.

— Ah, debes ser John, de la empresa de catering.

— No, no soy John — el extraño soltó una carcajada, cómo si la idea le pareciese divertidísima, antes de levantar su copa—. Por tí y por Emilio.

—¿Eres amigo de Emilio? — ahora sí que estaba sorprendido.

— Pues claro. Y no se hubieran conocido sino hubiera apostado 1000 libras a que no podía llevarte a la cama.

Emilio vió a Roy hablando con Joaquín e incluso a distancia se dió cuenta de que su amigo había bebido demasiado

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Emilio vió a Roy hablando con Joaquín e incluso a distancia se dió cuenta de que su amigo había bebido demasiado. Cuándo estaba sobrio metía la pata, pero si le dabas un par de copas podía provocar un desastre, de modo que se acercó a toda prisa.

Pero antes de llegar a su lado se dió cuenta de que Joaquín parecía ofendido y lo comprobó cuándo su olor le llegó.

Roy debía de haber dicho algo muy desagradable para que no pudiera disimular.

—... no se hubieran conocido sino hubiera apostado 1000 libras a que no podía llevarte a la cama.

Emilio puso una mano en la espalda de Joaquín y él lo miró, con el ceño fruncido.

— ¿Qué mentiras le estás contando a mi prometido?

— Ninguna. Eso fué hace unas semanas, ¿no? Estábamos en un bar y tú intentaste ligar con él.

Accidental Fiancé // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora