Cap. 8

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Emilio sabía que podía hacer esa promesa porque Joaquín no iba a detenerlo. Pero, entre la boina y las gafas de sol, estaba más armado que un guerrero en plena batalla.

Sin rozarlo, le quitó el pequeño sombrero y miró alrededor, buscando un sitio en el que dejarlo.

Afortunadamente había un árbol cerca y lo colgó de una de las ramas antes de poner las gafas de sol sobre su cabeza.

Joaquín tenía las mejillas rojas y respiraba con dificultad. Estaba en manos expertas y lo sabía.

Emilio esperó que Joaquín le diera permiso para seguir antes de tomarlo entre sus brazos, pero fué Joaquín quién dió el primer paso. Poniéndose de puntillas, se apretó contra él, sin darse cuenta de la diminuta distancia en la que estaban.

Todo en aquel beso lo sorprendió, desde que Joaquín tomase el control al calor de sus labios.

Después de tanto hablar de castidad y abstinencia esperaba que se mostrase tímido, tener que convencerlo para que abriese los labios. Pero era todo lo contrario.

El beso era torpe, pero atrevido. Absolutamente encantador.

Temblando de deseo, Emilio deslizó la lengua entre sus labios, pero se dió cuenta enseguida de que la situación podía escapársele de las manos.

Un alfa inexperto podría confundir su entusiasmo por excitación. Ó peor, estar tan encendido que no pudiese esperar.

Si había sido así a los 17 años, era lógico que los pobres adolescentes no hubieran aguantado.

Emilio se apartó un poco y cuándo Joaquín intentó seguirlo, lo empujó suavemente contra la pared.

— Espera un momento, ésto no es una carrera.

Joaquín parpadeó, desconcertado.

— Dame un segundo y vamos a intentarlo de nuevo — Emilio respiró profundamente y su olor a omega inundó sus sentidos.

Joaquín olía a algo familiar, con un toque de limón. Cómo a galletas de limón, sus favoritas.

Cuándo volvió a besarlo, Joaquín se relajó un poco y él decidió seducirlo con el beso. Había prometido parar en cuánto Joaquín se lo pidiera y lo haría, pero iba a hacer lo imposible para que eso no ocurriera.

Y, aparentemente, Joaquín no tenía intención de parar porque empezó a tirar de su camisa para sacarla del pantalón. Al notar el roce de su mano en el abdomen, Emilio tuvo que contener el aliento.

Claro que Joaquín había empezado...

Emilio abrió por completo los botones de la fina camisa de Joaquín. Llevaba un pantalón que se podía quitar con un simple cierre y sin pensar, tiró de él. Cuándo el pantalón cayó al suelo, la sorpresa estuvo a punto de dejarlo sin aire.

Porque Joaquín llevaba unos calzoncillos rosas de encaje que apenas podían cubrir su miembro y trasero.

Cómo vestía de forma conservadora, pensó que usaría un sencillo bóxer de algodón, pero aquello era una fantasía hecha realidad, un milagro de la ingeniería en rosa. De verdad podría escribir un soneto sobre las cosas que le hacía ese diminuto pedazo de tela.

¿Porqué el ultimo buen omega de América usaba ropa interior tan seductora?, se preguntó.

Era tan perfecto que le gustaría caer de rodillas para adorarlo cómo a un dios.

Pero no era así cómo debía ir el asunto. Había planeado seducirlo, no al contrario.

Emilio se dió cuenta de que estaba metido en un buen lío... pero no le importaba en absoluto.

Viendo el deseo en el rostro de Emilio, Joaquín sintió una oleada de poder.

Sabía que los alfas lo encontraban atractivo. Un cuerpo cómo el suyo estaba destinado a hacer que los demás cayesen de rodillas. Sabía eso cómo entendía las fluctuaciones del mercado, de una manera desapasionada, cómo sino tuviera nada que ver con él.

Era cómo tener una sierra eléctrica y no usarla nunca. ¿Para qué usarla sino había ningún árbol que talar?

Pero ver la reacción de Emilio, por primera vez, se sintió poderoso. Aquel hombre, aquel notorio playboy, cuyas aventuras eran tan conocidas que la gente le advertía contra él, lo deseaba.

Y también él estaba sorprendido, podía verlo en su expresión. Joaquín no había visto nunca algo más erótico que esa mezcla de deseo y sorpresa.

Con manos temblorosas, se quitó la camisa y sacó los pies del pantalón, quedando sólo en su diminuto calzoncillo.

No sabía qué estaba haciendo y no le importaba.

Emilio lo miró de arriba a abajo y sonrió cómo un niño el día de Navidad. Pero mientras él estaba casi desnudo, Emilio estaba vestido y Joaquín decidió equilibrar la situación desabrochando su camisa.

Cuándo por fin pudo acariciar su torso desnudo, Emilio lo atrajo hacía él, metiendo una pierna entre las suyas. La presión de ese muslo duro era una tortura exquisita y Joaquín movió las caderas adelante y atrás, temblando de placer mientras él acariciaba sus pezones...

— Por favor, dime que llevas un preservativo.

— Sí, lo llevo.

Apenas se dió cuenta de que lo sacaba de la cartera, apenas se daba cuenta de nada.

Sólo de que Emilio apartaba a un lado la tela y entraba en él con una potente embestida.


Sólo de que Emilio apartaba a un lado la tela y entraba en él con una potente embestida

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Seguimos........


Ahhhhhh 🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥

Nos vemos AlbertXioW.

Accidental Fiancé // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora