✨ 20. Promesas y decisiones

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Alana

Desperté con el cuerpo entumecido por el dolor.

Si bien el único daño real que los malditos policías me hicieron fue ese feo corte en la cara, la tensión vivida durante la tarde me dejó con dolor muscular en todo el cuerpo.

Abby dormía a mi lado, envolviendo su brazo protectoramente alrededor de mi estómago.

Geb se encontraba sentado en la silla de mi escritorio, en esa pose despreocupada de siempre, con un pie sobre la rodilla contraria y con los brazos cruzados por encima de su pecho. Me observaba atentamente sin decir nada, y yo hice lo mismo. Nos quedamos así durante unos minutos, como si pudiésemos comunicarnos telepáticamente de alguna manera. Tal vez el pudiera hacerlo al sentir mis deseos, pero para mí, era toda una interrogante.

—¿Estuviste toda la noche ahí? —pregunté en un susurro para no despertar a mi amiga.

—Sí.

Su respuesta breve y tosca, me recordó los primeros días que apareció en mi habitación. Me costaba leerlo y saber en qué podía estar pensando. Era frustrante.

Suspiré y me acomodé un poco más en las almohadas. Si él no tenía intenciones de hablar, entonces tampoco lo presionaría.

Me distraje acariciando el cabello cobrizo de mi amiga. No puedo imaginar lo preocupada que debe haber estado todo este tiempo. Estaba por volver a dormirme cuando la voz de Geb me despertó.

—¿Por qué haces esto? —Su voz era un murmullo. Aunque apenas lo oí, esta vez sí pude notar algo diferente en su voz: frustración—. Es obvio que estás sintiendo dolor, ¿por qué no me dejas ayudarte?

—Jaffer sabe que encontré ese celular. Han estado investigándome desde hace un tiempo, sabían lo de mi madre y lo del dinero. Si de un momento a otro, esto —dije alzando mi mano para mostrar el corte en mi cara—, desaparece, ellos sabrán que estás conmigo y no nos dejarán en paz.

Su aparente tranquilidad se desmoronó. Se pasó una mano por el rostro antes de continuar.

—¿Estás dispuesta a soportar eso por mí?

—Hay cosas peores...

Geb hizo una mueca de sorpresa antes de llevarse la mano al pecho con actitud confusa. Se aclaró la garganta y abrió la boca, pero en ese momento Abby se removió en mi cama y despertó sobresaltada al verme.

—¡Ali! ¡Despertaste! ¿Cómo te sientes?

—Honestamente, como la mierda.

Geb bufó sonoramente y ambas lo observamos. Nos ignoraba, estaba viendo hacia cualquier parte de la habitación, con el ceño fruncido.

—¿Quieres desayunar? Iré a prepararte algo. —Abby saltó de la cama y corrió hasta la puerta en dirección a la cocina.

Miré a Geb, esta vez me observaba con una mezcla de emociones en sus ojos. No supe descifrarlo. Lentamente, se puso de pie y caminó hasta sentarse en el colchón junto a mí.

—Al menos déjame quitarte el dolor —insistió—. No será algo visible y me sentiría mejor si sé que no estás sufriendo.

Tragué saliva. Se veía realmente afectado por todo esto. Creo que me equivoqué al pensar que solo Abby podría estar preocupada por mí, era evidente que Geb también. Bajé la mirada a sus muñecas, ambos brazaletes estaban encendidos.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté en voz baja. Geb me miró confundido—. Tu verdadero nombre.

—No lo sé, Alana. Tengo cientos de nombres, ahora mismo, soy Geb.

[#1] La promesa de un deseo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora