✨ 24. Más que incertidumbres

617 72 36
                                    

Alana

No pude decirle a Jayden la verdad, ver la ilusión en sus ojos me destrozó y preferí callar hasta resolver bien cuál sería mi decisión. 

Se veía tan triste y afligido por todo lo que estaba pasando, que solo me excusé con respuestas vagas y le pedí tiempo.

Es decir, Geb estaba en mi mente todo el tiempo, lo deseaba cada día, pero ¿qué pasaría en 2 años más? ¿O en 10? Era un ser mágico e inmortal, no podría envejecer a la velocidad que yo lo hacía y aunque no estaba en mis planes por ahora, tampoco podría formar una familia o tener una vida normal. Tenía razón, en algún momento tendría que ponerle un freno, pero me negaba a aceptarlo.

Salí por la puerta del casino al terminar mi turno de esa noche. Cuando vi a Geb sentado sobre la moto, todas mis preocupaciones quedaron atrás. Él tenía la capacidad de hacerme olvidarlo todo y solo querer fundirme en sus brazos hasta perder la razón.

Observaba sus manos de forma distraída y murmuraba en voz baja, me acerqué a él con una sonrisa.

—¿Planeas una confesión? —bromeé. 

Se sobresaltó al escuchar mi voz y levantó la mirada con un gesto entre culpabilidad y sorpresa. ¿No me había sentido llegar? Qué extraño.

—¡Alana! No me asustes así.

—¿Asustarte? ¿Cuándo alguna vez te he sorprendido desprevenido?

Me apoyé en su pecho para alzarme de puntas y rozar sus labios con los míos a modo de saludo. Se quedó paralizado observándome, tomó suavemente mis muñecas y las retiró en una actitud esquiva.

—¿Pasa algo? —cuestioné—. Estás actuando muy extraño.

—Estoy bien —respondió en un murmullo.

—¿Seguro? —pregunté, escéptica—. Me parece que estás evitándome.

—Te juro que no es nada, Alana.

No quise presionarlo más y me subí tras él en la motocicleta. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y fue inevitable sentir la tensión en su cuerpo al hacerlo.

Esperaba que toda esta actitud no fuera el resultado de la discusión de la otra noche. Dijimos muchas cosas que no quedaron resueltas y necesitábamos hablar para que esto no alargara más esta extraña tensión.

Intenté acercarme otra vez en el ascensor, pero Geb se cruzó de brazos y miró al suelo fingiendo que no se daba cuenta de mis intenciones. El departamento estaba en silencio cuando entramos, Abby ya debía estar dormida desde hace unas horas, por lo que intenté no hacer ruido cuando hablé:

—¿Qué es lo que está pasando? —murmuré en cuanto la puerta se cerró—. Me has estado evitando.

—No.

—Geb...

—No es nada, Amira. Déjalo ya...

—¿Cómo qué nada? Es obvio que algo pasa, así que explícate —cuestioné, sosteniéndole la mirada.

—Puedo sentir tus dudas, Alana —murmuró desviando la mirada—. La incertidumbre de lo que pasará después.

—¿Y por eso decides portarte como un idiota?

—Todo esto fue un error. Nunca debí involucrarme contigo conociendo tus sentimientos.

—Anoche no tuviste ningún problema.

—Te dije que debíamos parar y tú sigues deseándome. No puedo ignorar lo que deseas cuando lo haces con tanta fuerza.

—Claro... tu eres solo una pobre victima —solté con sarcasmo—. Si también lo deseas, deja de resistirte.

[#1] La promesa de un deseo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora