✨ 36. No todo es como parece

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Alana

La sonrisa de Geb siempre fue su característica más permanente. Una sonrisa abierta, transparente. No dejaba dudas de la intensidad de sus emociones solo al ver su forma de reír.

Y esta vez no sería la diferencia.

La sonrisa diabólica y sarcástica era una fiel representación de lo que estaba sintiendo en ese momento. Como si toda la situación le estuviera dando un gran y malévolo placer.

—Geb... —susurré. Mi voz salía apenas en un suspiro.

—Mi hermosa y dulce Amira —dijo en voz suave y cantarina, haciendo eco en el salón vacío—, esperaba que vinieras a buscarme.

Mi cuerpo temblaba. Geb se puso lentamente de pie, bajando los 3 escalones hasta alcanzar el suelo. En movimientos sensuales y con sus manos en los bolsillos, empezó a caminar de forma despreocupada hacia donde nos encontrábamos Jayden y yo.

Su estatura, su cabello, sus ojos... se veía exactamente como él. Pero no lo era, no era mi Geb.

El padre de Jayden avanzaba a trompicones tras de él, aferrando una invisible cadena que lo llevaba atado al cuello. Intentaba en vano levantarse, pero volvía a caer al suelo, siendo arrastrado a medida que Geb avanzaba.

Jayden, horrorizado, dio un paso adelante y extendió un brazo por encima de mi cuerpo, protegiéndome. Geb alzó una ceja y rio de forma sarcástica al ver esta acción. No le importó en absoluto su presencia, sus ojos estaban fijos en los míos. 

—¿Quién eres tú? ¿Y qué hiciste con Geb? —pregunté asomándome por el hombro de Jayden.

—¡Déjalo ir! —gruñó este último observando a su padre como avanzaba a traspiés cayendo varias veces al suelo—. ¡Suéltalo!

—¿Por qué debería hacerlo? —preguntó, deteniendo su andar a unos metros de nosotros, echando una ojeada al Sr. Parker que jadeaba en el piso—. Él me trató de la misma forma... incluso peor.

—Déjalo, por favor —susurré.

Geb clavó sus ojos en mí, analizándome. Alzó su mano derecha y con un chasquido de sus dedos, aquella cadena mágica que ataba al Sr. Parker dejó de ejercer presión y este pudo liberarse.

—Hijo...

Vincent intentó gatear hacia su hijo, pero con un movimiento de su mano, Geb lo detuvo, dejándolo paralizado.

—¡Basta! —rugió Jayden.

—No hay nada que no haría por ti mi querida Amira —dijo Geb sin dejar de mirar al Sr. Parker, que había quedado arrodillado en el suelo—. Este hombre me tuvo secuestrado por años, privado de libertad y autonomía, utilizándome de las... peores formas en que alguien puede tratar a otra especie —espetó con asco—. No merece perdón ni piedad. Pero haré lo que tú me pidas, así que te pregunto: ¿Qué debería hacer amor mío?

—Geb... —murmuré saliendo tras el cuerpo de Jayden, este intentó detenerme, pero en un gesto silencioso le pedí que se mantuviera en su lugar—. Tú no eres así, eres un buen chico, tienes un corazón puro y sé que eres de los que están dispuesto a perdonar.

Caminé despacio hasta él, Geb mantenía la vista clavada en el padre de Jayden, que parecía luchar internamente contra su propio cuerpo inmovilizado. Su rostro era un reflejo de la ira y frustración que sentía por dentro, las ansias de venganza burbujeaban por los poros de su piel.

—El Geb que conozco jamás haría esto, talvez Vincent Parker no fue un buen hombre, pero Geb, mi Geb, es mejor que esto.

Puse una mano en su pecho llamando su atención, suavizó el gesto cuando me observó con sus ojos castaños que se iluminaban con un leve brillo de color rubí.

[#1] La promesa de un deseo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora