✨ 31. Todo un mundo nuevo

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Geb

Abby provocó una excesiva preocupación en Alana al decirnos que si seguía cumpliendo deseos, podría morir.

Honestamente, no había pensado en eso. Se supone que era inmortal debido a la condena de servir a los humanos, pero ser medio humano y medio Genio, era algo que desconocía incluso yo mismo.

Tenía bastante sentido, mi cuerpo sangraba, ahora no solo era humano por fuera, también por dentro, con todo lo que eso implica; heridas, enfermedades, accidentes.

Alana estaba fuera de control. Me prohibió usar la magia incluso para cosas tan sencillas como cambiar mi ropa, por lo que tuvimos que ir de compras con el dinero que tenía para conseguir ropa nueva.

No era agradable, vestirme se sentía como una completa pérdida de tiempo, pero si Alana lo había prohibido, la magia se resistía debido a sus órdenes.

Supuse que tendría que acostumbrarme, por desgracia, la vida real era así y si esto continuaba de esta forma, en algún momento perdería mis poderes y quizás eso me liberaría de mi condena también. Solo el tiempo lo diría.

—Vamos, Abby, acompáñame.

—No. —Puso los ojos en blanco, fingiendo ignorarme mientras le picaba el brazo con mi dedo índice para llamar su atención.

—¿Por qué no? Será divertido.

—Que no...

—No quiero ir solo...

—Geb, cariño. Te quiero mucho, pero si no dejas de picarme el brazo y de ser tan malditamente insistente, tomaré esa recién estrenada vida que tienes y te la quitaré, ¿entendido?

—Qué sádica. 

—Sí. Ahora vete y déjame ver mi documental de asesinos en serie, en paz.

—Sí. Ahora vete y déjame ver mi documental de asesinos en serie en paz.

En medio de quejas, tomé mi chaqueta y las llaves de la moto para dirigirme al casino.

Alana tenía turno y aunque insistía en que debía descansar y recuperarme, necesitaba estar cerca de ella después de todo lo que había pasado en ese lugar. Además, tenía muchas cosas que pensar y hacer de ahora en adelante, y para mi desgracia, el mundo terrenal funcionaba con magia que no tenía.

La magia del dinero.

Hasta el momento, lo único que sabía hacer para obtenerlo era jugar cartas. Iba al casino cada vez que podía para ganar un par de billetes y no depender de las chicas. Ahora sin deseos en el futuro, se veía como la única posibilidad para mí.

Era bueno. Bastante bueno. No estaba seguro si era la magia la que me ayudaba, o mi nuevo cerebro funcionaba de una manera distinta a los otros, pero se me hacía tan sencillo calcular las probabilidades, que apostar podría volverse algo muy rentable.

—¿Un trago, señor? —Ofreció una chica que pasó por mi lado, extendiéndome una copa. La rechacé con un gesto sin quitar la vista de las manos del crupier. No quería distraerme y perder ninguno de sus movimientos.

Según Alana, cuando identificaban a un jugador muy bueno, el casino solía darle tragos gratis para embriagarlo y evitar perder sus ganancias. Aun así, eso no funcionaría conmigo, el alcohol no me hacía efecto.

—21 —murmuró el crupier en voz monótona al sacar la última carta y sumar el número correcto dándome por ganador.

Apreté la mano en un puño triunfal. Con lo ganado en esta partida, no debería preocuparme por el dinero durante unas semanas.

[#1] La promesa de un deseo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora