✨ 23. La respuesta de un enigma

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Geb

¿Cuánto tiempo debería esperar antes de empezar a preocuparme?

Abby no se movió después de mi confesión. Se quedó observándome casi sin pestañear, con la boca ligeramente abierta. Chasqueé los dedos y moví mi mano delante de su cara, intentando hacerla reaccionar, pero seguía ahí, paralizada, con la vista fija en un punto invisible, en un espacio inmenso entre nosotros.

—¡Abby! —exclamé en voz baja para no asustarla—. Abby...

Con una mano, tomé sus mejillas, presionándola y moviéndola de un lado a otro. Quizás si sacudía un poco su cabeza pudiese reaccio...

—¿¡Qué, QUE!?

Quité mi mano rápidamente, más por impulso que por temor. Al menos la sacudida había funcionado.

—Bienvenida —bromeé.

—¿Estás...? ¿Estás demente? ¿Cómo me dices algo así sin prepararme antes? Casi me infarto —jadeó, llevándose la mano al pecho.

—¿Cómo puedo prepararte para algo así?

—Oh, no lo sé... talvez... «Abby, he sentido cosas extrañas, quizás, es muy improbable, pero hay una remota posibilidad de que me esté volviendo humano»

—Suena igual para mí —me defendí.

—Sí, tienes razón —aceptó. Pasado su impacto, volvió a mirarme con cautela—. ¿Cómo que te estás volviendo humano? ¿Cómo lo sabes?

—Me he estado sintiendo extraño desde el día que Alana desapareció. Algo en el pecho. No le tomé importancia, pero con los días se ha repetido en algunas situaciones.

—¿En cuáles?

—Bueno... —murmuré avergonzado—. Cuando la veía sonreír, sentía un ligero espasmo. Pero son las emociones fuertes las que me hacen sentirlo con más fuerza. Después de mucho pensar creo que lo que siento es un latido. Un corazón.

Me llevé la mano al pecho, ligeramente hacia el lado izquierdo, donde sentía con más intensidad cada vez que latía.

Abby me miró boquiabierta pero con una pequeña sonrisa en los labios. Llevó una de sus manos a mi pecho y cerró los ojos intentando sentir algo.

—Yo no siento nada —murmuró, concentrada.

—Porque no está latiendo, tonta —exclamé. Abby me respondió con un mohín de fastidio—. Solo pasa en algunas ocasiones, cuando... cuando se trata de ella.

—Pues, piensa en algo. No sé, recuerda la noche anterior o la primera vez que la besaste, o...

Pum, pum.

—¡Oh, Dios mío! —chilló retirando su mano hacia atrás—. ¡Geb, lo sentí!

Me tranquilizaba que me lo dijera, que no era parte de mi imaginación. Sin embargo, me aterraba. ¿Realmente me estaba volviendo humano o la magia simulaba un corazón en mi interior? Y si fuera así, ¿Por qué estaba pasando?

—Ya ves, no sé qué hacer con esto —me quejé, echando la cabeza hacia atrás en el sofá.

—¿Se lo dijiste a Alana?

—¡Claro que no! No sé qué es esto. Quizás es solo magia haciéndome imaginar cosas y no quiero darle esperanzas —murmuré. Aún recordaba la intensidad de ese deseo—. Ella una vez deseó que yo fuera humano y es algo que no puedo cumplir.

—¿Y si se cumplió?

—¿Qué?

—No sé, tal vez de alguna forma su deseo se cumplió.

[#1] La promesa de un deseo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora