UNA LÁGRIMA

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Llorar no indica que eres débil. Desde el nacimiento, siempre ha sido una señal de que estás vivo.

           Charlotte Brontë (Novelista inglesa)

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Cuando deje de ir a la psicóloga, todo comenzó a marchar bien, me sentía curada, viva, ya no estaba tan triste como antes; mis padres al darse cuenta que yo había pasado por algo tan grave como era tener un trastorno alimenticio, decidieron tratar...

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Cuando deje de ir a la psicóloga, todo comenzó a marchar bien, me sentía curada, viva, ya no estaba tan triste como antes; mis padres al darse cuenta que yo había pasado por algo tan grave como era tener un trastorno alimenticio, decidieron tratar de arreglar su relación.

Por un par de meses todo fue hermoso, todos tratábamos de poner de nuestra parte para no volver a tener los mismos conflictos que antes pero un tiempo, todos los problemas regresaron y ahora la situación mucho peor, mis padres volvieron a tener discusiones fuertes, mi hermano se volvió más rebelde y obstinado, ya no obedecía a nadie, tenía problemas en la escuela y en los deportes que practicaba; yo por mi parte, trataba de resistir, trataba con todas mis fuerzas de superar el problema en el que había caído, no quería volver a lo que era, no quería volver a sentirme vacía.

Pero no todo puede ser como deseamos, a veces las cosas toman su rumbo y no hay forma de detenerlas; los problemas en mi hogar se intensificaron, los insultos regresaron y ahora mis conflictos no eran solo con mis padres, sino también tenía problemas con mi hermano.

Mi hermano comenzó a insultarme tal y cual lo hacia mi madre, comenzó a tratarme de forma brusca, cruel y hasta violenta, yo tenía miedo y no solo de las peleas y los gritos, sino que tenía miedo de recaer en algo que yo pensaba que había dejado atrás.

Un día, cuando estaba almorzando sola en el comedor, sentí que una voz me hablaba en mi cabeza, me asuste, era la misma voz de aquella muchacha que yo solía ver en mis sueños, era la voz de Ana que me reclamaba por haberla abandonado, me decía lo decepcionada que estaba de mí, me decía que estaba gorda, que era una tonta por haberla dejado y que pagaría caro por ello.

Dirigí mi mirada a mi comida y algo en mi interior me hizo dejar el plato a un lado e ir a mi recamara; me coloque frente al espejo de cuerpo completo que estaba en mi alcoba y me observe, mire cada centímetro de mi cuerpo, mire mi rostro, mis brazos y no me reconocí; ya no era esa chica delgada a la que se le notaban un poco los huesos, ahora estaba gorda, con grasa en zonas donde antes solo tenía un poco de piel cubriendo mis huesos, me sentí rota, sentí que todo mi esfuerzo no había valido la pena y todo regreso a mí; las tablas de calorías que antes conocía de memoria, los consejos que había aprendido en las páginas web, las conversaciones que había tenido con chicas de distintos países que pasaban por lo mismo que yo, regreso todo a mi mente, los insultos y me odie, me odie como nunca antes, sentí remordimiento por haber abandonado mi meta, por haber dejado atrás todo por lo que luche.

Me mire al espejo y lloré como nunca antes había llorado, llore con desesperación, un llanto incontrolable y vacío.

Me di cuenta que todo estaba como al inicio, lo había perdido todo, ya no era perfecta, ahora todos sabían de mis errores.

Justo en ese momento sentí que ya nada valía la pena y menos yo, había traicionado en lo que creía, confié muy rápido en que todo se solucionaría; aunque lo intente de verdad, trate de salir adelante, olvidarme de la enfermedad, superar los problemas, amarme como era pero lo que yo tenía, la anorexia y la bulimia eran como un virus.

Cuando estuve con la psicóloga el virus había entrado en un periodo de latencia, cesaron todas sus funciones, había desaparecido de mi vida, estaba curada pero no era cierto, el virus no se había ido, simplemente había esperado a que el contexto fuera el indicado para volver a aparecer y ahora con más fuerza.

Llore toda esa tarde, llore hasta quedarme dormida, hasta que de mis ojos no pudieran brotar más lágrimas, me desahogue como nunca antes,  pero ahora enfrentaría una amenaza peor, ahora la enfermedad era más fuerte, estaba más arraigada a mí.

Mi mente no quería dejar a Ana, yo quería ser perfecta como siempre había soñado, quería ser hermosa como Ana y ahora que todo había vuelto, estaba decidida a lograrlo, costara lo que costara, sin importar el precio que tuviera que pagar.

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