Hace falta estar a punto de morirse para caer en la cuenta de que nada en esta vida tiene la más mínima importancia pero claro, en ese momento lo jodido es que ya tampoco te sirve de nada haberlo descubierto
Roger Wolfe
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Mis padres habían ido a hablar con los médicos para internarme en el hospital central, el mismo en el que había estado Alicia, yo me quede en casa esperando, alistando mi cosas para irme al hospital; de un momento a otro me invadió el miedo, el arrepentimiento, me quitarían todo por lo que había luchado, ya no llegaría a ser perfecta como tanto lo deseaba, pero yo sabía que ya no había marcha atrás, tenía que afrontar el problema, cortarlo desde raíz e internarme era la única forma de salvarme.
Estuve esperando toda la tarde, no había comido a pesar de que les dije a mis padres que lo haría, había algo que no me permitía hacerlo, una voz que me atormentaba y me decía que si comía, todo iría mal.
Cuando llegaron mis padres a la casa, llegaron algo devastados, estaban pálidos y algo tristes, les pregunte qué les sucedía y me dijeron que había conseguido que me internaran, pero que por el momento hasta evaluar la situación en la que me encontraba, no podría recibir visita de nadie, tenía que estar aislada para que los médicos pudieran saber en qué etapa de la enfermedad me encontraba.
Mis padres me dijeron que tenían que llevarme al hospital en ese momento, que me internarían ese día; me abrazaron y lloramos, me quedaría sola en un lugar que yo no conocía, estaría sola de nuevo; antes de irme, fui a ver a mi hermano, me despedí de él y en ese momento, justo cuando nos estábamos abrazando, él me dijo que me quería y que por favor me curara y regresara pronto, me conmovió mucho lo que me dijo y lo abracé con más fuerza; luego de eso baje junto a mis padres y subimos al auto.
Estuvimos en el auto en silencio, nadie quería decir nada hasta el momento en el que llegamos; mis padres me acompañaron al ala oeste, donde yo estaría internada, mi padre cargaba mi maleta y mi madre una manta; cuando llegamos, dejaron todas mis cosas en recepción para que las revisaran mientras las enfermeras nos dirigían a mis padres y a mí a donde se encontraban los médicos; el camino no era muy largo pero hacia mucho frio, trate de abrigarme como pude pero sentía un frio gélido en mis huesos, era un frio que quemaba y dolía pero yo podía soportar, yo lo sabía.
Llegamos a una habitación blanca, donde había tres hombres y dos mujeres, todos médicos de alguna área, reconocí a uno de ellos, él había sido el médico de Alicia, él me había recibido varias veces cuando yo venía la primera vez que Alicia estuvo internada.
Junto a mis padres nos sentamos en unas sillas al frente de estos médicos, ellos hablaban con mis padres sobre el reglamento, el método con él que se ayudaba a los enfermos a superar el problema, hablaban sobre los horarios de visita, sobre la ropa usada, sobre los horarios de comida, en fin, hablaron de muchas cosas y por un largo tiempo; yo los miraba fijamente y creía fielmente en que ellos podrían ayudarme.
Por último, los médicos se despidieron de mis padres y ellos de mí; ya no había emociones, era momento de enfrentar mis temores; una enfermera me dirigió a mi habitación, cuando yo llegue, mi maleta ya estaba sobre mi cama y la manta estaba junto a ella, arregle y acomode mis cosas, me fije bien en las cosas que faltaban, como cierto tipo de ropa, espejos, pastillas para dormir, mi mp3 y mi celular, no tenía ningún artefacto tecnológico.
Me acomode lo mejor que pude y me acosté en mi cama, tenía mucho sueño, estaba muy cansada así que rápidamente caí en un sueño profundo.
No sabía exactamente qué hora era cunando desperté, pero note al instante que la enfermera había venido por mí, me levante de la cama y la acompañe, me llevo a una sala muy grande, estábamos en ella muchas chicas y chicos, todos sentados en sus respectivas mesas, todos con platos de comida en frente de sus rostros; algunos alegres conversando con sus compañeros de mesa, otros mirando con asco a aquellos que estaban comiendo su plato con voracidad y ahí estaba yo, perdida y sin saber a dónde ir, tenía mucho miedo, era nueva y cuando mire a mi alrededor me di cuenta que había muchas chicas que ya habían ganado algo de peso y ni hablar de las chicas bulímicas, ellas estaban gordas; me dio asco de tan solo pensar en que terminaría viéndome como ellas, yo no podía terminar así.
La enfermera me sentó en una mesa sola, coloco delante mío una bandeja que traía un sándwich de hamburguesa con ensalada; también en la bandeja había un taza de té y una manzana picada, me quede mirando fijamente la bandeja esperando que mágicamente esta desapareciera de mi vista pero yo sabía que eso no pasará.
Estuve bastante tiempo mirando mi comida, mi cerebro solo procesaba la cantidad de calorías que tenía cada alimento; 293 calorías para el pan integral, 280 calorías para la hamburguesa, 15 calorías para la lechuga, 52 calorías para la manzana y 2 calorías para el té; era demasiado y yo no podía hacerlo.
Tiempo después, la mayoría de internos se había marchado, solo quedábamos yo y unas cuantas personas más; mire por casualidad hacia la puerta y mis ojos se encontraron justo en ese momento con esos ojos azules que tanto me habían hecho pensar, era ese chico con el que había chocado la última vez que había estado aquí, él seguía tan guapo como lo recordaba, estaba apoyado en la puerta de la entrada del comedor conversando con unas enfermeras, baje la mirada y seguí observando mi plato.

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ALONE
Short StoryDuele fingir que todo esta bien Duele sentir que estás solo aun cuando hay personas a tu alrededor Duele mentir Duele sonreír En este mundo estamos acostumbrados a mantener las apariencias; nos enseñan a fingir sonrisas e intentar alcanzar la per...