LOS SUEÑOS

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"Sólo los sueños y los recuerdos son verdaderos, ante la falsedad engañosa de lo que llamamos el presente y la realidad" - Alejandro Dolina

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¿Quién nunca ha soñado con grandes cosas, quien nunca ha soñado con princesas, guerreros, muñecas y finales felices?

Yo soñaba siempre con ser una princesa, soñaba con mi príncipe azul, con mi perfecto cuento de hadas, con mi final feliz y aunque no los tenía, yo era feliz; tenía la vida perfecta, padres que me amaban, abuelos y tíos que me consentían en todo aquello que deseara, tenía miles de juguetes, era el centro de atención de todos los que me conocieran, era la niña más hermosa, la niña más querida, la niña perfecta pero la historia nunca fue así... no todo era color rosa, las cosas no iban tan bien como yo creía, vivía engañada, tras una falsa fachada, pero yo no lo sabía, era tan solo una niña pequeña, una niña inocente que no entendía nada de lo que sucedía a su alrededor, pero pronto lo comprendería..

No recuerdo el día exacto en que me di cuenta que las cosas estaban mal, no recuerdo el mes exacto en que me di cuenta que mi vida perfecta no existía, solo recuerdo el momento, lo veo tan claro en mi mente, las imágenes aparecen tan frescas como si yo aún estuviera ahí, el recuerdo de cuando los gritos cobraron sentido.

Tenía siete años entonces, tenía un pequeño hermano de cuatro años, vivíamos en una casa linda, mi madre, mi abuela, mi hermano y yo; mi padre se había ido a trabajar a otra ciudad hace algunos años, venia cada fin de semana a vernos, nos divertíamos juntos pero los domingos, antes de que él se fuera, siempre acabábamos llorando, yo diciéndole que no se vaya, diciéndole cuanto lo quería; ya por esos años, había tensión entre mi madre y mi padre, ella nos observaba llorar a mi padre y a mi mientras cargaba a mi hermano quien no entendía que pasaba, quien solo preguntaba porque llorábamos tan amargamente.

Yo escuchaba a mis padres discutir cada fin de semana que él llegaba, ya fuera por dinero, por problemas personales de ellos o por nosotros, ella le decía que ya no viniera tan seguido, que regresara una vez al mes, que verlo y despedirnos cada semana de él, nos hacía más daño, que debería pensar en nosotros y no solo en él, le decía todo eso y más, pero en gritos.

Habíamos estado pasando esa situación desde que yo tenía cinco años y ni mi padre ni yo soportábamos el martirio de estar tan lejos uno del otro, yo lo extrañaba demasiado, lo quería a mi lado y el sentía lo mismo, así que decidió regresar, pero ahora no se si esa decisión fue la correcta

La relación con mi madre, por esos años no estaba tan quebrada, ella me exigía muchas cosas, me enseñaba a esforzarme, me obligaba a aprender más rápido que los demás, me matriculaba en miles de academias, quería que fuera perfecta, pero, ¿Qué niña de siete años es perfecta?

La respuesta es sencilla: Ninguna

Pero ella nunca lo aceptaría, yo tenía que ser la niña prodigio, la niña perfecta, la envidia de las demás, para ella nunca sería suficiente.

Y así fue como todo inicio, mi padre regreso a casa y las peleas que solo eran de un día, se volvieron habituales en mi casa, cada día discutían, se gritaban cosas atroces que en ese momento yo no entendía; los gritos de aterraban, me ponían muy ansiosa y nerviosa, tenía miedo de todo lo que ocurría, le temía a mis padres cada vez más.

Mi padre consiguió un nuevo trabajo, pero este era muy absorbente, trabajaba de sol a sol y cuando llegaba a casa, solo peleaba con mi madre, ya no había fin de semanas divertidos, ya casi no lo veía, la situación solo era peor que antes.

Paso un año, yo ya iba a cumplir los ocho años, mis padres me hicieron una gran fiesta, los vi juntos sin discutir, los vi abrasarse, los vi unidos por mí y me sentí inmensamente feliz.

Pero las cosas empezaron a ir en picada desde ese momento, todo cambio para mal, ya nada fue igual después de ese cumpleaños, ese fue el último día en que creo que mi vida era perfecta, ese fue el último día en que sentí que todo se resolvería, ese fue el último día en que tuve esperanza.

Ahora sueño cada noche con ese último día, la última vez que fui feliz de verdad, la última vez que sentí que era parte de una familia.

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