capítulo 18: arrepentirse es parte de crecer.

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— Buenos días.-saludó un alegre Carlos.

— Buenos días.-respondí sin mucho ánimo, pues sentía que la cabeza estaba a punto de explotarme.

Amablemente él madrileño me entregó un analgésico y un suero, a decir por como me veía, lo necesitaba claramente. Le agradecí con una enorme sonrisa en mi rostro.

— Sobre anoche.-soltó con algo de temor.

— ¿Te refieres a la fiesta?. Realmente fue maravilloso, nunca había estado en una tan impresionante.-confesé omitiendo los flashbacks que poco a poco regresaban.

— Me refiero a lo del beso.

— ¿Beso?.-repetí desorientada.

— Nos besamos. ¿Acaso lo olvidaste?.-cuestionó molesto, claro que lo estaba.

— Lo siento, no recuerdo nada respecto a ello.-confesé abrumada.

—Ya va no te preocupes, mi culpa por mencionarlo.-mencionó avergonzado.

— Perdón.

—No hay nada que perdonar.-agregó aún con el semblante decaído.

— ¿Estamos bien?.-dudé al preguntar, no quería sonar como una tonta.

— Claro.

— Carlos podemos no comentar esto. Lo del beso no hasta que hable con Charles.-solicité tratando de no arruinar más la situación.

— Tranquila, será un secreto.-aseguró para brindarme la tranquilidad que necesitaba.

— Gracias.

— No agradezcas y una disculpa si mencionarlo te hizo sentir incomoda.-comentó con ese tono suave, que pocas veces lograba salir de su voz.

— Nunca me llegaría a sentir incomoda contigo. Y perdón por ser tan tonta como para olvidar lo de anoche.-respondí.

— No te preocupes.

— Bien, entonces volvamos a empezar.-suspire.

— Me parece perfecto. Sólo una cosa ayer mientras me reclamabas por lo del bartender, te escuché hablar un poco de español.-exclamó, en un tono suponía era de pregunta.

— Desde los seis años estoy en clases de idiomas. Siempre fui una persona muy imperativa así que mis padres prefirieron entretenerme en clases extracurriculares.-confesé con normalidad.

— ¿Y cuántos idiomas hablas?-interrogó y agradecía por ese drástico cambio de tema.

— Por ahora domino cuatro, Español, Francés, Inglés e Italiano.

— Es interesante, digo siempre te he considerado una persona interesante.

—Gracias.

— Bueno, creo que deberías desmaquillarte. Lo haría por ti pero no tengo idea de como se hace.-murmuró tan rápido, que poco logre entender.

— Claro, me puedes pasar mi bolso.-solicité aún con las mejillas rojas, por lo dicho.

Yo hablando como si nada, con una cara que seguro lograría asustar a cualquiera.

— ¿Puedo ayudarte?.-interrogó, con timidez.

—Si, claro.

— Debo, confesar que este tipo de pasos de belleza llaman mi atención.-suspiró ilusionado.

— Así lo parece.

Le indique que sacará de mi bolso unas toallitas démaquillantes, le mostré como debía pasar la toallita por mi rostro y tratar de quitar la mayoría de maquillaje, el resto lo quitaría después. Con el suficiente cuidado paso la primer toalla para limpiar mis mejillas y parte de la frente. Me observaba atento para asegurarse de no lastimarme en algún momento.

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