capítulo 30: mon amour.

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Fiesta y personas elegantes sosteniendo copas de bebidas caras era un sitio peligrosamente adictivo, todos presumían la felicidad como si fueses algo rentable.

La luces neón iluminaba la esbelta figura de aquella castaña de mirada coqueta. Ella se contoneaba en el centro de la pista, los ojos de los presentes se iluminaban al verla.

Era afortunado de tenerla a mi lado, de compartir tantas aventuras y posibles recuerdos, tenía suerte de que mi camino se cruzará con el de ella.

Camine en su dirección, pretendía bailar una o dos canciones las que me fuesen posibles.

— Vamos a tomar algo.-le indique para sostener su brazo con delicadeza.— Después podemos bailar todo lo que quieras.

— Claro.-se limitó a articular para seguir mi paso.

Llegamos hasta la barra y pedimos lo de simpre.Esperamos las bebidas previamente solicitadas y su mirada viajó hasta a algún punto de la sala.

— ¿Estas bien cariño?.- pregunté con preocupación.

— Si, solo que no me termino de creer que estoy aquí, contigo.-mencionó para recargarse sobre la barra.

— ¿Tan fantástico soy, para no creertelo?.

— Lo eres pero ya no seguiré alagandote, porque solo consigo elevar tu ego.-murmuró entre risas.

— Bien, trataré de no hacerlo.

— Tranquilo, sé que es parte de tu personalidad.-bromeó.— Además me encanta ese lado tuyo.

— ¿Seguro te enamoraste de mí al instante en que lo notaste?.-cuestione para hacerla enfadar.

— Tal vez, aunque en un principio me parecíste un tanto molesto, cuando me reclamaste por tirar mi café en tu costoso Armani.

— Tenía que llegar a tiempo a una reunión y bueno ese era mi traje favorito.-justifique con normalidad.

— Entonces perdón de nuevo.

— No importa, porque valió la pena.

— Supongo que la valió.-me regaló una mirada coqueta para regresar a la pista. Lambert no se cansaría de bailar, jamás.

Millones de pensamientos pasaban por mi mente al verla moverse al ritmo de la música, era perfecta sin duda alguna. Era el tipo de chica que nunca necesitaba de un hombre, ella era lo que un hombre necesitaba, así que seguiría cayendo por ella, todos los días.

Lambert no me gustaba solo por su físico, ella me gustaba por lo increíble que te hacía sentir por la maravillosa mujer que era, tan optimista y empatica. De los dos, yo era él más afortunado, porque tenía la dicha de escuchar su melodiosa voz por la mañanas, de recibir notas románticas y disfrutar de aquellos increíbles besos que solo ella era capaz de darme.

Estaba perdido y no tenía miedo de estarlo, no si al final del camino, ver los ojos de Lambert eran la  recompensa, al principio la quería por necesidad, acuerdo o para salvar mi reputación.

Pero ahora tenía demasiados motivos para amarla.


...


— ¿Nos podemos ir?.-cuestione.

— Claro, puedo notar que ya estás cansado.-sonrió de lado, para entrelazar nuestras manos.

— No podría negarlo, además quiero mostrarte algo.-confesé con normalidad.

— De acuerdo.

Al salir del establecimiento el viento se colaba entre la tela de aquel corto vestido, así que no dude en ofrecerle mi abrigo. Me miró con incredulidad al no subir al auto y elegir ir a pie.

𝑫𝑬𝑳𝑰𝑪𝑨𝑻𝑬  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora