- Ya, no llores - El pequeño niño consolaba a su amiga.
- No quiero que te vayas, Alex - Ella se aferraba al torso de su amigo.
- Prometo venir a visitarte - El pequeño separó a su amiga de él un poco y la miro a los ojos - Tengo que irme...
Justo...
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Eran las semanas finales antes de que terminase la preparatoria y Aria sentía un enorme estrés que la carcomía.
Por una parte se sentía aislada de sus dos amigos, Samy y Osvaldo, debido a que había notado a estos más unidos que nunca. Se preguntaba si fue tal vez porque ella era la única que continuó la preparatoria. Las cosas se volvieron distintas a cómo eran antes.
Fuese por el motivo que fuese, no pudo evitar sentirse algo sola, y más al ver la bonita química entre sus dos amigos, la cual ella en algún momento tuvo con aquella persona que nunca abandonó su cabeza. En algún momento, por más breve que fuese, sintió envidia de ellos.
La segunda cosa que sembraba intranquilidad en ella era su futuro profesional, pues a pesar de ser una de las mejores alumnas de la clase, no tenía idea alguna de lo que quería hacer al terminar la preparatoria.
Además, sus padres ansiaban que estudiase en la Universidad de Seúl, pues allí fue dónde ellos estudiaron y se conocieron. No quería decepcionarlos, pero tampoco se sentía a gusto de hacer lo que ellos esperaban.
- Contesten, chingada madre, hace un rato los ví en línea cabrones... - Aria susurró con el móvil entre sus manos, acostada boca arriba en su cama.
Había escrito a sus dos amigos por un grupo de Whatsapp que tenían entre los tres. Se había hecho costumbre cancelar planes porque tanto Samy como Osvaldo no podían. Tenía sospechas de que quizás le estaban ocultando algo, pero prefería pensar que solo eran sus paranoias.