- Ya, no llores - El pequeño niño consolaba a su amiga.
- No quiero que te vayas, Alex - Ella se aferraba al torso de su amigo.
- Prometo venir a visitarte - El pequeño separó a su amiga de él un poco y la miro a los ojos - Tengo que irme...
Justo...
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El viento frío soplaba sobre las calles de México, el silencio abundaba en su totalidad en aquella vieja pero nostálgica casa.
Habían pasado 2 semanas desde que la mexicana había recibido aquella llamada que la descolocó de la tierra y de su realidad absoluta.
Sujetó con fuerza aquella bandeja de metal entre sus pequeñas manos, su corazón estaba lleno de miedo y deseando que todo aquello fuese un sueño, que nada sea verdad.
Suspiró con fuerza y parpadeó repetidas veces para volver a tomar compostura, no podía permitir que la vieran en ese estado o se preocuparían por ella y eso era lo que menos quería en estos momentos tan complicados.
Posó una débil y sutil sonrisa sobre su rostro y entró por aquella puerta de madera que conocía a la perfección.
- Te traje algo para comer y un té. - Dijo con un hilo de voz, tratando de no quebrarse. - Te hará bien tomarlo.
No obtuvo respuesta.
- Mira no está mal, está muy rico... yo, lo hice para ti. - Hablo sentándose a ma orilla de la cama dejando aquella bandeja descansar sobre la mesita de noche.
De nuevo el silencio hizo presencia.
-Por favo... - el sonido de una taza siendo tirada al suelo y quebrándose en muchos pedazos se escuchó interrumpiendo a la joven.
- No quiero nada de lo que me des. - se escuchó por fin.
- Por favor, es por tu bi...
- Todo es tu culpa. - esa voz débil pero rencorosa la interrumpió.