- Ya, no llores - El pequeño niño consolaba a su amiga.
- No quiero que te vayas, Alex - Ella se aferraba al torso de su amigo.
- Prometo venir a visitarte - El pequeño separó a su amiga de él un poco y la miro a los ojos - Tengo que irme...
Justo...
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Las imágenes de aquel día eran claras, aunque un poco mezcladas, como en un documental a medio hacer.
El contexto se presentaba, aunque un poco borroso. Aria actuaba como una niña que tenía unos diez años.
Se podía sentir la ansiedad previa a un partido de fútbol: "jugar sin pensar en el tiempo" o en este caso "jugar sin saber el daño que causaría"
La cercanía entre Alex y Aria se volvió más común, se veían diario y ya no solo con la excusa del "trabajo".
Ambos disfrutaban la compañía del otro y, aunque a la mexicana le doliese lo sucedido con Iván, tampoco se había tomado el tiempo de llamarle, ni siquiera de dejarle un mensaje explicando lo sucedido.
Parecía correr por un prado amplio en época de primavera, lleno de flores y mariposas, sin importarle nada en lo absoluto.
- Puto día culero. - Musitó Alex con fastidio lanzándose boca abajo sobre el sofá.
- ¿Hablaste con ella? - Preguntó Aria desde la barra de la cocina.
- Si, se puso histérica y me grito muchas cosas. - El chico despegó su rostro del sofá para mirar a su amiga. - puras mamadas.
Aria negó divertida.
- Lo siento. - Se disculpo Aria.
- Nah, no te preocupes... Arianna es así. - Alex suspiró. - Una vez me terminó porque no le compré un vestido. - El mexicano soltó una leve risa.