- Ya, no llores - El pequeño niño consolaba a su amiga.
- No quiero que te vayas, Alex - Ella se aferraba al torso de su amigo.
- Prometo venir a visitarte - El pequeño separó a su amiga de él un poco y la miro a los ojos - Tengo que irme...
Justo...
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El sonido de los tacones andar de un lugar a otro comenzaba a parecerme molesto, había llegado a casa hace unas cuantas horas y lo primero que se me ocurrió fue contarle a la asiática enfadada frente a mi.
- ¿Podrías...
- No digas nada, Aria. - me interrumpió apenas comencé a hablar.
Cerré mis ojos con fuerza y tomé un gran suspiro para después dejarme caer pesadamente sobre el sofá, soy una tonta.
- Debes decirle todo lo que está pasando. - Soltó de repente haciendo que retomase mi posición antes de tirarme sobre el sofá.
- ¿Qué?
- Debes decirle la verdad ¿cuanto tiempo más piensas seguir con esta mentira? - la asiática enchino sus ojos molesta mirándome fijamente.
- No sé de que mentira estás hablando, Tina.
- ¿A caso piensas que soy tonta? - Tina se cruzó de brazos mirándome, debía admitir que me daba un poco de miedo verla de esta manera.
- Yo no dije eso - alcé los hombros defendiéndome. - Pero tampoco se de que mentira me estás hablando. - confesé.
- Por favor, ¿cuánto tiempo más piensas fingir que no mueres por Alex, que te derrites cada vez que lo ves y que babeas como boba cuando sonríe y te empaña con el brillo de su sonrisa? - Abrí mis ojos de par en par, sonrojándome al instante ante las palabras de Tina.