- Ya, no llores - El pequeño niño consolaba a su amiga.
- No quiero que te vayas, Alex - Ella se aferraba al torso de su amigo.
- Prometo venir a visitarte - El pequeño separó a su amiga de él un poco y la miro a los ojos - Tengo que irme...
Justo...
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Aria había tocado fondo la noche siguiente en que vivió aquel encuentro de angustia absoluta con el padre de Alex, habían sido un día trágico mucho más jodido que los demás. Sentía que su corazón se detenía, como si le estuviese dando un infarto, Aria sentía que iba a morir y que nadie se iba a dar cuenta de ello. Estaba convencida de que ya nada podía volver a ser igual.
Estaba confundida y ahí fue cuando finalmente pudo pedir ayuda.
- Llegue en cuanto me llamaste. - Tina entró al cuarto de su amiga.
- Tina... - Tan solo en segundos los ojos de Ari se inundaron de lágrimas las cuales no tardaron en salir.
La castaña acercó a su amiga a su pecho, abrazándola con fuerza.
Tina odiaba ver a Aria así y eso que esta era la primera vez que sucedía.
- Tranquila cariño, estoy aquí para ti. - Tina dejaba suaves caricias en el pelo de su amiga.
- Él... - Habló Aria recuperando un poco el aliento. - Él me recordó Tina... él sabe quien soy.
- ¿De quien estas hablando Ari? - cuestionó las mayor pasando un mechón de pelo detrás de la oreja de su amiga.
- Alex... Alex me recordó. - repitió la mexicana con la voz entre cortada.
- ¡Pero eso es increíble Ari! - festejó las mayor.
-¡No! No lo es Tina..
- ¿A caso no era eso no que querías? - El gesto de confusión no tardo en invadir el rostro de Tina.
- Si, pero no ahora...
- Escucha... Ari, las cosas pasan cuando deben de pasar y si Alex te recordó ahora es porque seguro hay algo que el destino quiere decirte. - Tina sonrió.
