- Ya, no llores - El pequeño niño consolaba a su amiga.
- No quiero que te vayas, Alex - Ella se aferraba al torso de su amigo.
- Prometo venir a visitarte - El pequeño separó a su amiga de él un poco y la miro a los ojos - Tengo que irme...
Justo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los delgados y cálidos brazos de una asiática eufórica, feliz y emocionada rodearon a la mexicana apenas cruzó aquella puerta de cristal.
En automático los brazos de Aria hicieron lo mismo, había extrañado como nunca a su amiga, después de todo ella siempre había sido su cómplice y su mayor soporte aquí en Los Ángeles.
- Te extrañé mucho Ari. - La suave voz de Tina dijo mientras sus abrazos seguían aferrados a su amiga.
- Yo también te extrañé mucho Tina. - Contestó sonriente la menor.
- No te vuelvas a ir por tanto tiempo, por favor... - La asiática se separó de su amiga tomándola por los hombros mirándola fijamente. - No sabes la tortura que fue soportar a esos idiotas sola. - Aria soltó una carcajada.
- No pienso irme de nuevo - Confesó la mexicana. - De hecho, quiero presentarte a alguien.
Los ojos se Tina se dirigieron hacia la manos izquierda de su amiga, notando por fin que iba sujeta a otra. Su vista recorrió poco a poco al dueño de aquella otra extremidad, encontrándose con una mujer evidentemente idéntica a su amiga, un poco mayor, pero idéntica.
- Te presento a mi madre, Tina. - Aria sonrió ampliamente.
- ¿QUÉ? - Tina abrió los ojos con sorpresa. - Digo, Aria eres idéntica a tu madre. - Los labios de la asiática formaron una "o" haciendo reír a ambas mujeres.