- Ya, no llores - El pequeño niño consolaba a su amiga.
- No quiero que te vayas, Alex - Ella se aferraba al torso de su amigo.
- Prometo venir a visitarte - El pequeño separó a su amiga de él un poco y la miro a los ojos - Tengo que irme...
Justo...
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Ocho meses habían pasado desde que Aria había regresado a México.
La relación con su madre poco a poco había comenzado a restablecerse, de nuevo existían esos desayunos madre e hija, esas noches de películas entre ellas dos e incluso esas pláticas sentimentales que la pelinegra tanto necesitaba. La muerte del señor Hwang había causado un gran dolor en ambas mujeres, a veces aquella casa se sentía vacía y la invadía ese aire de nostalgia y tristeza que había dejado su partida, mas sin embargo ambas habían aprendido a sobrellevar ese dolor apoyándose una a la otra.
Habían vuelto a ser un equipo, solo ellas dos...
Madre e hija.
- ¿Entonces te había olvidado? - preguntó la mayor dejando escapar una sutil risa.
- ¿puedes creerlo? - Aria respondió indignada.
- Es hombre mi amor, así son todos. - contestó la señora Hwang haciendo que su hija soltase una risa. - Hablando de eso... ¿cuando piensas volver a Los Ángeles? - cuestionó. - digo, han pasado ya ocho meses y necesitas regresar a tu trabajo y sobre todo, necesitas verlo a él... no vaya a ser que vuelva a olvidarte - agregó divertida.
Aria soltó una risa y en segundos volvió a ponerse seria.
El momento de hablar con su madre había llegado, era momento de ofrecerle irse a Los Ángeles con ella.