(Cap.1 - Parte IX)

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—Deambular como alma, es lo que nunca me gusto de mi nueva vida. Gritaba con todas mis fuerzas los futuros peligros, pero de nada sirvió al ser invisible frente al ojo humano. Solo soy un alma perdida por el fuego de la destrucción. Que llegue el momento de mi plegaria para ganarme la confianza de un ser humano y existir de verdad—. Dijo una conciencia verde tenue entre la oscuridad.

—Acaso... ¿Estoy viendo mi reflejo?—. Se preguntó, viéndose a través de los ojos de un niño inocente. —¡Logras verme! ¡Mi momento ha llegado! —. Continuo, percatándose de haberse manifestado frente a Roger.

—Roger... aléjate—. Grito Máximo, mientras las otras Almas de Fuego deambulaban por toda la biblioteca.

Zeus, comenzó a ladrar sin parar, las luces de la mansión comenzaron a parpadear, otras estallaron sin razón alguna. Una ola de calor surgió en el centro y la chimenea sin ningún sentido, volvió a encenderse.

—Me alegra despertar en un nuevo mundo—. Dijo el Alma Amarilla volando a través de Máximo y San.

—¡Conmigo tendrás vida, fuerza y felicidad por el resto de tu vida!— Exclamo el Alma Roja incrementando su intensidad entre el fuego de la chimenea.

Las Almas de Fuego, siguieron parloteando sin detenerse, reflejando conductas de envidia, odio e inseguridades que Máximo y San no le comenzaron a gustar.

Roger no podía creer lo que tenía frente a sus ojos. El Alma Verde lo consumía, de fuerza, optimismo y esperanza. 

—¡Conmigo tendrás esperanza! —. Exclamo aquella Alma Verde llameante, extendiendo sus manos hacia Roger.

En ese momento Susan, se asomó en la biblioteca para ver que sucedía, se percató de las almas quedando anonadada, sin moverse.

—¿Qué mierda acabas de invocar? —. Pregunto Andanela alterado. —Deberíamos salir de aquí—. Continuo.

—Son Almas. Los podemos usar para.... La caja mítica—. Comento un tanto inquieto, viéndolas volar por el techo. —¡Aún tengo esperanza! —. Continuo.

—¿Esperanza de qué? No sabes lo que invocaste—. Comento Andanela. Viendo como las almas se hacían más grandes.

La biblioteca se calentó como horno, Máximo entro en pánico, enseguida abrió las grandes ventanas para así, calmar un poco el ambiente. Las Almas de Fuego dejaron de crecer formando un circulo entre ellos frente a la chimenea. Zeus en ese momento se detuvo a ladrar, con su cola apuntando hacia abajo salió de la biblioteca despavorido.

Roger por fin había recapacitado, observando aquella Alma de Fuego que le hablo entre las otras bailando en círculos.

—¡Es precioso! —. Exclamo Máximo, sin pestañar ante las Almas.

—No me lo puedo creer—. dijo Andanela. —Me imagino que no te acercaras, ¿verdad? —. Continúo ansioso.

—Susan, lleva a Roger a su habitación—. Dijo Máximo, sin responder a la pregunta.

—Sr. Maius, ¿qué es eso? —. Pregunto Susan, tras haber tomado de la mano a Roger.

—Veo lo mismo que tú. Solo haz caso—. Dijo Maximo un poco alterado.

—Me tengo que ir—. Afirmo Andanela.

—¿Para donde iras? — Pregunto Máximo intranquilo.

—Necesito saber... de dónde mierda mi sobrina saco esos libros—. Respondió paranoico. —No hagas nada estúpido—. Marchándose.

Susan, para no entrar en más detalles, acompaño a Roger a su recamara.

—¿Ya te cepillaste los dientes?—. Pregunto Susan, sin que ese sentimiento de preocupación la invadiera.

—Si...—. Respondió Roger, con la voz un poco apagada.

—Mañana tocaremos el piano, o si quieres, un paseo por mi vecindario ¿te parece? —. Comento Susan, intentado subirle los ánimos.

—Me parece buena idea—. Respondió el, encariñándose aún más con Susan, mientras subían las escaleras.

Máximo, estando completamente solo en la biblioteca, no sabía qué hacer, una de las tantas voces que merodeaba entre aquellas Almas de Fuego comenzó a llamarlo, para no entrar en pánico, salió de la biblioteca cerrando las puertas.

Se dirigió a la sala con su cuerpo tenso, su mirada era desconcertante. Presencio a Zeus escondido atrás del piano, tomo asiento en el sofá dejándose caer, sus ojos cada vez lagrimeaban más. Sentía cierta esperanza, pero al mismo tiempo pánico. Se secó las lágrimas, intentando despejar su mente y pensar positivo.

Cada minuto parecía horas, las voces a través de la puerta de la biblioteca lo llamaban, inquietándose más. Comenzó a recordar aquellas palabras que las Almas le dijeron.

—¿Vida, fuerza y felicidad? —. Se preguntó, escuchando aun las voces. Con una pequeña sonrisa tomo una decisión.  

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Los Alquímicos: INICIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora