( Cap.3 - Parte VII )

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Al día siguiente, Miguel estaba un poco desorientado en el trabajo, dos muertes habían sido encontradas esa misma mañana, uno en el Museo de la ciudad y el otro en uno de los vecindarios mas lujosos de la zona. Había pasado toda la mañana transcribiendo toda información valiosa en una nueva libreta, apunto los nombres de las ultimas dos victimas. Al sumarlos todos, eran doce muertes. Desocupo una vieja pizarra donde plasmo los nombres y los lugares donde habían sido encontrados cada uno de ellos, luego saco en uno de los casilleros un polvoriento mapa de la ciudad marcando cada zona con marcador preguntándose —¿Porque?—. Volvió a leer una vez mas las anotaciones que había escrito durante el interrogatorio, tratando de buscar alguna pista.

—Me amenazo de muerte—. Dijo, hablando consigo mismo. —¿Y ellos?—. Continuo tratando de desifrar.

En ese momento entro Daren un tanto inquieto y obstinado. —¿Que mierda estas haciendo? ¡Se suponia que estarias interrogando aquel sujeto!—. Con los brazos cruzados mientras veía el pizarron.

—Pues, eso hago—. Respondió Miguel con mucha calma.

—No pareciera. ¿Que tiene que ver todo esto con el interrogante?

—¿Si le dijera que el prisionero es el causante de todas estas muertes?—. Aclaro con mucha seguridad.

—Miguel, ¿una pregunta? ¿Acaso eres idiota?—. Con la voz alzada.

—¿Crees que porque eres el nuevo subdirector general tienes derecho para hablarme así? —. Muy serio con el puño cerrado.

—Me causa mucha risa que quieras tener la razón. Detective—. haciendo el gesto entre comillas con sarcasmo.

—Solo intento hacer mi trabajo...

—Pues, tu trabajo aquí termino—. Interrumpiendolo. —Encontramos al culpable de las muertes que han estado ocurriendo últimamente.

—¿A si? ¿Quien...? —. Pregunto Miguel, perdiendo su confianza en si mismo.

— Máximo Maius. Un alquimista reconocido en la ciudad.

—No entiendo... no logro entender... —. Tomo asiento sintiendo un fuerte dolor de cabeza.

—¿Que no entiendes?—. Pregunto Daren frunciendo el ceño.

—¡Ese maldito me amenazo de muerte!—. Exaltado, tomo su revolver avispero que tenia guardado en una de las gavetas, se aseguro de tener balas y la guardo en su saco para enseguida salir de camino hacia allá.

— Oye... ¡Espera...!—. Exclamo sin entender lo que a Miguel le pasaba por su mente. —¡Como quieras!—. Continuo sin darle mucha importancia.

De camino para verse con el prisionero, una voz detrás de él bloqueo su siguiente paso —Me da gusto volver a verte.

—¡Raquel!—. Exclamo dandose media vuelta.

—Miguel, ¿Para donde vas con esa arma que cargas encima? —. Pregunto ella intercambiándose las miradas.

—Tus ojos son azules—. Dijo mostrando una sutil sonrisa.

—Y los tuyos color cafe—. Riendose igual. —Creí que al salir del trabajo iríamos a comer algo—. Continuo peinándose un poco la cabellera larga rojiza.

Todo los problemas que tenia Miguel acumulado se desvanecieron de inmediato al tener de frente a aquella adorable mujer que apenas conocía.

Fueron a un bar cerca de ahí, tomaron asiento en una de las mesas que se situaban en la terraza y pidieron algo de comer.

—Estas linda —. Aclaro el, sin saber que mas decir.

Raquel entre risas, saco de su bolsillo un pequeño cigarrillo —¿Quieres uno?—. Pregunto posando el filtro del mismo entre sus labios.

Los Alquímicos: INICIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora