Cuenta la historia del detective Miguel Ángel, quien a principios de la década de 1906, viaja a Celsus City, la ciudad de la alquimia. Para interrogar a un asesino misterioso, queda atormentado al darse cuenta que muertes paranormales ocurren mientr...
Esa misma tarde, Miguel paseo por el parque central, no pensaba que una chica lo estuviera esperando.
—Su encanto la delatara—. Penso en voz alta viendo a su alrededor. Sintió tanta ansiedad esperar por varios minutos, que no le quedo de otra que marcharse. Molesto consigo mismo creyéndose a un prisionero que seria el siguiente en morir, pero no ser paciente en esperar a alguien que le diera a entender si viviría.
—¿Que estoy haciendo?—. Se pregunto así mismo indeciso. Se quedo en el puente de piedra caliza en el centro del parque apreciando los pocos gansos que abitaban aquel lago lleno de algas. El cielo se tiño naranja hasta anochecer. Enseguida los faroles del parque se encendieron iluminando los caminos, fuentes y puentes dándole un tono cálido al lugar.
Miguel, había sacado de su bolsillo su pequeña libreta donde tenia escrito en ella; los nombres de los muertos y los lugares donde habían ocurrido.
—¿Serán malas personas que esta asesinando?—. Viendo la lista de victimas. ¿Incluso niños?—. Continuo, pensando en las primeras tres victimas.
Leyó los primeros apuntes buscando pistas. —¿¡Ciudad Subterránea!? ¿Sera posible?—. Dijo con rostro pensativo creyendo si podía ser verdad lo que el prisionero decía. A punto de marcharse, por muy mala suerte se tropezó ridículamente dejando caer la libreta en aquel lago de algas.
—¡Mierda!—. Exclamo furioso, viendo como poco a poco la libreta se sumergía. —¿Es una señal de que sea cierto?—. Continuo de camino a la orilla del lago. Sin pensarlo dos veces, se quito el saco y los zapatos y los dejo a un lado. Al introducir solo su pie en el agua, comenzó a dudar si era buena idea recuperar la libreta.
—¡Son solo dos metros!—. Se adentro sin pensarlo otra vez.
Ahí estaba ella, aquella mujer encantadora, con tatuajes en sus brazos y nudillos, aretes, collares y anillos de distintos estilos, delgada y perfilada con el cabello rastas color rojizo asomada en la orilla del puente, riéndose al ver como Miguel se sumergía en el pequeño lago mientras las algas lo consumían.
—¡Lo tengo!—. Exclamo Miguel con el brazo alzado sosteniendo la libreta y saliendo de ahí.
—Me alegra mucho que la hayas recuperado—. Dijo la encantadora chica entre risas.
—¡Eres tu!—. Exclamo el con la mirada fija hacia ella.
—Mi instinto me dijo que si llegaba un poco tarde, te vería tal y como estas ahora—. Dijo apoyada en el pretil del puente.
—Me caerías mejor, si hubieses llegado mas temprano—. Aclaro Miguel exprimiendo sus calcetines para enseguida ponerse los zapatos.
—Créeme que si no se te hubiese caído la libreta, no hubieses acertado.
—¿A que te refieres?—. Pregunto el, confuso.
—¿Como mierda terminaste siendo detective?—. Pregunto ella entre risas.
—¿Acaso te estas burlando de mi?—. Se coloco el saco para enseguida subir. —No esperaba que me vieras así. Supongo que tu si—. Continuo, mientras peinaba su cabello mojado.
—Que ternurita—. Sonriendole.
—Lo... mismo... digo—. Sonrojado mostrando igual una sonrisa, pero de idiota. —Quisiera invitarte a tomar algo. Pero así no puedo—. Continuo. Sintiendo atracción hacia ella.
—Mañana. Después de que salgas de trabajar—. Peinandole un poco el cabello sutilmente.
—Me parece genial... —. Entorpecido con la belleza que tenia en frente.
—Entonces, nos vemos mañana—. Dandose media vuelta para enseguida marcharse.
—Por cierto.... ¿Cual es tu nombre?—. Pregunto con inquietud.
—Me llaman el hada madrina—. Respondió riéndose.
—¿Hada madrina?¿Estas bromeando verdad? —. Frunciendo el ceño.
—Llamame, Raquel—. Guiñándole el ojo, para luego marcharse.
Miguel se había quedado con las de conocerla esa misma noche. De querer encontrar a alguien que lo ayudara a seguir con vida, termino sintiendo una atracción.
—¡Que hermosa es!—. Pensó en voz alta viendo como se alejaba hasta que la perdió de vista.
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