Para el interrogatorio numero tres, Miguel había tomado una decisión para nada profesional de su parte, ya que había llevado un par de botellas de ron para ingerirlas al momento de hablar con su interrogante. Encendió las velas dejo su libreta de apuntes a un lado y abrió una de las botellas para enseguida beber del pico. Se sentó cómodamente posando sus piernas encima del escritorio. Tras varios minutos ingiriendo alcohol, no sabia que preguntas hacer, solo sentía que desperdiciaba su tiempo intentando averiguar quien demonios era el hombre tras la ventanilla.
—¿Sabes algo? Te llamare Malcom de momento, ya que no me has dicho cual es tu nombre—. Dijo Miguel adentrándose en el efecto del alcohol.
—Es gracioso saber como gente inocente esta a punto de morir mientras que tú... solo estas aqui embriagándote sin ningún tipo de sentido—. Comento asomado por la ventanilla.
—Solo vengo aquí para que la jefatura piense que hago mi trabajo. Es todo.
—Muy profesional de tu parte—. Riéndose con gusto.
—¡Quiero resolver buenos casos! No interrogar a un imbécil en este asqueroso lugar—. Dijo, para luego ingerir otro trago de alcohol.
—Que lastima ver a través de tus ojos tanta miseria acumulada—. Dijo, dejándose notar sus ojos con las luces de las velas.
—¡No sabes nada de mi! para que estes diciendo eso—. Se levanto de la silla y poso frente a la puerta donde pudo ver con mas detalle el rostro del interrogante. —¡Apuesto a que tu nombre real es Malcom! Maldito bastardo—. Continuo acabandose la primera botella.
—Creía por un instante que me ayudaría a encontrar a mi hijo—. Comento con los parpados caídos.
—¿¡Y como mierda quiere que lo ayude!? —. alzando la voz. —De seguro eres un loco recién llegado a la ciudad—. Continuo destapando la siguiente botella.
—¿Realmente quiere saber de lo que soy capaz? —. Con la mirada al suelo.
—Te reto imbécil, haber de que eres capaz estando encarcelado en esta habitación como la mismísima rata de alcantarilla—. Contesto Miguel de manera burlona.
—Parece que te sobrepasaste de alcohol—. ocultándose en la oscuridad sin mas nada que decir.
—¡Como digas! —. respondió tomando asiento.
Encima del escritorio, solo pudo presenciar las velas encendidas, mas su libreta no estaba ahí. Se asomo hacia abajo pensando si se había caído al suelo, pero no la encontró.
De pronto escucho un ruido, era su libreta en el suelo frente a la puerta del prisionero. Miguel no entendió muy bien como había llegado ahí. Cuando la recogió se percato que en la misma pagina donde tenia escrito el nombre Malcom, tenia escrito con carboncillo el nombre de una calle y localidad de una zona de la ciudad. Estando un tanto ebrio no recordaba con exactidud haber escrito eso. No le quedo de otra que ir hacia allá solo por curiosidad.
Miguel una vez llegado a la jefatura policial, intento estar firme, pero el alcohol no lo dejaba. Buscaba entre los casilleros un mapa para ver donde y como podía llegar a esa dirección. Ya que su mente no lo dejaba buscar bien, decidió pedirle ayuda a un par de oficiales que estaban a punto de irse.
—¡Disculpen! ¿Me ayudarían un momento a ver como llegar a esta dirección? Si no es mucha molestia—. Aclaro Miguel enseñando la libreta.
Uno de los oficiales tras leer la dirección le respondió: —Justo ahora vamos para allá.
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Los Alquímicos: INICIOS
Ciencia FicciónCuenta la historia del detective Miguel Ángel, quien a principios de la década de 1906, viaja a Celsus City, la ciudad de la alquimia. Para interrogar a un asesino misterioso, queda atormentado al darse cuenta que muertes paranormales ocurren mientr...