Cuenta la historia del detective Miguel Ángel, quien a principios de la década de 1906, viaja a Celsus City, la ciudad de la alquimia. Para interrogar a un asesino misterioso, queda atormentado al darse cuenta que muertes paranormales ocurren mientr...
—¡Que tenga feliz noche! —. Exclamo ella, saliendo del museo con suma rapidez.
—¡Igualmente! —. Respondió Allen. Vio como Rise se marchaba a través de la puerta de cristal extrañado sin saber cómo no la había visto desde un principio, siguió su rutina deambulando de sala en sala. En uno de los aposentos se topó con su compañero de vigilancia; Larry.
—¡Oye...! Acabe de toparme con una chica en la entrada, pensaba que el museo aún seguía abierto —. Dijo Allen.
—¡Ha okey! Encerrando a los invitados—. Siguió Larry, sonriendo. —Creí que ya habías inspeccionado toda la zona.
—¡Lo hice! Apareció de la nada.
—Buen, recuerda que estas en prueba...
—¡Siii! Lo sé. De paso... ¿Este museo no es muy grande para ser vigilado por los dos? —. Interrumpiéndolo.
—Ya pondrán cámaras de seguridad, para no estar caminando. Así que no te preocupes—. Respondió Larry, y se marchó a vigilar otra zona.
Allen, siguió su rutina dando pequeños pasos por los pasillos hasta que llego al salón de pinturas paisajistas, se percató de alguien encapuchado admirando un cuadro de un tepuy.
—¡Esto tiene que ser una broma! —. Exclamo Allen en voz baja. —¡Disculpe! ¡Disculpe!... —. Acercándosele por detrás.
—¡Vaya obra de arte! ¿No crees? —. Comento el hombre de vestimenta distinta; su túnica esbelta color vino con franjas doradas que combinaba con su cinturón de cuero, y su atractiva barba larga y cuidada, simbolizando su hombría y sabiduría.
—El museo se encuentra cerrado...
—Esta obra, me recuerda mucho a las Colinas del Cielo. ¡Es un lugar hermoso...! —. Dijo con mucha calma.
—Sí, muy hermoso—. Dijo Allen interrumpiéndolo. —Lo acompaño a la salida—. Continuo.
—Ese cielo color azul, y las grandes nubes. ¿Aun brillan en nuestro mundo? —. Pregunto mostrando una pequeña sonrisa.
—He... sí... —. Respondió un poco confuso. —¿Dónde estaba usted?
—Es hermoso interpretar nuestro amor con la madre naturaleza a través del arte. ¿No crees? —. Dijo el hombre inclinando su mirada penetrante hacia Allen.
—Heeee. Si. Y está cerrado—. Respondió extrañado. —¿Dónde estaba usted? —. Insistiendo una vez más.
—Querrás decir, ¿Dónde estoy? —. Muy serio.
Allen, se sintió amenazado frente aquel hombre desconocido, tomo lentamente la porra que colgaba de su cinturón dando pequeños pasos hacia atrás.
El encapuchado inclino la mirada hacia las manos de Allen, —¿Crees que te hare daño? —. riéndose sarcásticamente. —Solo muéstrame el cielo azul. Solo eso te pido—. Hostigado.
Allen, no que quedo de otra que guiarlo a la salida. Tras abrirle la puerta al exterior, aquel encapuchado salió con la mirada hacia arriba, apreciando el cielo nocturno con gran asombro.
—Mira las estrellas, es de noche. Muchas gracias te lo agradezco —. Con sus ojos sollozados y una sonrisa de oreja a oreja. —¡Feliz noche! —. Continúo bajando los escalones de la entrada.
—Igual... para... usted—. Contesto Allen, lo vio marchándose muy feliz sin entender el porqué. —Quizás sea mejor buscar otro trabajo—. Hablando consigo mismo, viendo atreves de la puerta de cristal al encapuchado desvanecerse a oscuras de la noche.
—¿Buscar otro trabajo? —. Pregunto Larry, apareciéndole por detrás.
—Ahora es que apareces—. Riéndose. —Volví a tropezarme con otra persona, esta vez se encontraba en el salón de cuadros...
—¿Es en serio? Tengo casi un año trabajando aquí, y nunca vi a nadie—. Comento rascándose la cabeza. —¡Y tú...! Tu primera semana trabajando y ya te has topado con dos personas, en solo una noche.
—¿Y qué? ¿coincidencia? —. Pregunto Allen.
—Nooo.... Solo que me parece raro.
—¿Entonces fue, mala decisión dejarlos ir?
—Quizás. Si algo se llega a extraviar.... Ya sé a quién culpar...
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Aquel hombre misterioso tras salir del museo, sus ojos lagrimearon de felicidad apreciando el cielo nocturno. —¡Aún tenemos esperanza! —. Exclamo con los ojos bien abiertos y una gran sonrisa.
Paso entre las calles angostas de la ciudad percibiendo las sonrisas de las personas con las que se cruzaba, hombres apuestos y bien vestidos acompañados de damiselas sexys yendo a los bares, la mayoría eran jóvenes disfrutando de una buena noche.
Siguió caminando hasta llegar a una gran pasarela. Siendo media noche, aun había muchos artistas callejeros mostrando su creatividad, a un extremo tocaban el violín mientras que al otro lado el chelo. Por otra parte, unos hacían malabares con objetos afilados. Caricaturista dibujando a familias y parejas.
—¡Qué maravilla! —. Exclamo. De pronto su mente comenzó a retorcerse sintiendo un gran dolor en la cabeza, su respiración comenzó a agitarse. —¿Se encuentra bien? —. comento un joven acercándosele.
—¿Qué me está sucediendo? —. Pregunto el desplomándose en el suelo, su piel palideció sangrando por la nariz.
—¡Ayuda por favor! —. Grito el joven, viendo como este convulsionaba.
Varios de la plaza se acercaron para ver que ocurría, intentaron ayudar a aquel hombre desconocido. Hasta que llegaron los paramédicos para llevarlos a urgencias.
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