Tres días después...
Era por la mañana. Nataly, había terminado de empacar sus maletas. Al bajar por las escaleras, Roger la vio como la primera vez, apreciando su belleza. Pero al mismo tiempo triste al saber que se iría por un tiempo.
—Déjame ayudarte con tu equipaje—. Comento Gustave, tomando la maleta y llevándolo al auto.
—Espero verte pronto Roger—. Dijo Nataly arrodillándose ante él.
—Te estaré esperando con un ramo de flores y galletas de vainillas—. Sonriéndole.
—Las orquídeas, son mis favoritas—. Contesto ella, devolviéndole la sonrisa y abrazándolo.
—Fue un placer conocerlo Sr. Maius—. Comento Gustave, tras guardar las maletas.
—Igual para usted Sr. Gustave —. Estrechándose las manos.
—Te veo pronto padre—. Comento Nataly abrazándolo y subiendo al auto.
—Igualmente mi cielo, espero disfrutes mucho.
El auto finalmente arranco y se marchó. Quedando solo los dos. Roger no se sentía bien, comenzó a sentirse reprimido.
—¿Por qué esa cara muchacho?—. Pregunto Máximo.
—No es nada—. Respondió el, con la mirada abajo.
—¡Solo quedamos, tú y yo! —. Exclamo Máximo, dándole ánimos.
—¿Cuándo regresaran?
—Pronto, así que no te desanimes—. Tomándolo por el hombro.
—¿Por qué no nos fuimos con ellos?
—Muy buena pregunta—. Contesto riéndose. —Pensé que querrías conocer Celsus City. ¿Qué te gustaría conocer?—. Continuo, para no entrar en detalles.
—¿Iremos a la ciudad?—. Pregunto Roger con curiosidad.
—Ven... te mostrare un par de folletos turísticos. Por cierto... ¿Te gustan los caballos? —. Con una gran sonrisa.
Cerca de la mansión, se hallaba un establecimiento donde estaban varios caballos de arrendamientos, Máximo tomo un corcel blanco y junto a Roger, fueron al centro de la ciudad. Pasearon por las largas veredas pintorescas y pasarelas hasta llegar a una enorme plaza, donde se apreciaba un obelisco alto de hierro adornado con el símbolo del ave con su corona en la punta de ella hecha de piedra caliza y, una Fila de altos árboles de pino piñero que sombreaban el lugar.
—¿Que hay ahí? —. Pregunto Roger viendo gente aglomerada a lo lejos.
—Para allá es donde vamos—. Respondió Máximo, mientras cabalgaba con lentitud.
Se encontraban varios niños jugando con piezas gigantes de peones, otros de caballos, movían las piezas de una casilla a otra. Esa era la razón por la que siempre estaba la plaza llena. Los inmensos tableros de ajedrez con sus piezas extravagantes. Por supuesto que Roger, era otro niño más; que queria jugar con las piezas gigantes.
—¿Jugamos?—. Pregunto Máximo con entusiasmo.
—Por supuesto...—. Respondió sin pensarlo dos veces.
Máximo sujeto al corcel en uno de los pinos, mientras que Roger, estaba entre las grandes piezas blancas de ajedrez asombrado, al mover una de las piezas, sintió lo ligeras que eran. No entendía muy bien como era el juego.
—¡Es así como se juega! —. Exclamo Máximo, apuntando un gran letrero de madera a un costado, donde se mostraba cada pieza con sus respectivos movimientos.
Roger detallo cada una de las piezas. Observando cómo funcionaban. Tras leerlo, comenzó a mover su primera pieza.
—¡Gambito de rey! Buena apertura—. Dijo Máximo.
—¿Gambito de Rey?—. Pregunto Roger.
—¡Si! Así se le llama la apertura que acabas de hacer. Ahora es mi turno...
Roger comenzó a reírse, por como su padre arrastraba uno de los caballos; tropezando con los peones del frente.
—Listo... ahora tu turno—. Dijo Máximo riéndose tras finalizar su jugada.
Tras varias partidas, Roger desde ese momento se enamoró del juego, algo que a Máximo le agrado del muchacho, comprando un tablero en una de las tiendas cerca del lugar.
Pasaron todo el día visitando varios lugares, almorzaron juntos en un restaurante donde preparaban platillos tropicales, anduvieron por varias calles y monumentos importantes a caballo, llagando al parque central de la ciudad. Mientras galopaban por medio de la multitud, otras igual a caballo, Roger detallaba a cada persona con vestimentas distintas, unas muy llamativas, mujeres con sensuales vestidos y hombres con elegantes trajes. Unos por supuesto presumiendo su elegancia de conducta hipócrita. Mientras que otro grupo de personas, eran más sencillas en su modo de socializar.
Ancianos sentados en los banquitos conversando mientras lanzaban migajas de pan para mantener las aves en el suelo disfrutando de la tarde. Del otro lado, jóvenes con vestimentas no tan llamativas, pero felices jugando con su perro a la pelota.
Un grupo de seis señoras pasaron trotando al lado de ellos en sentido contrario, a lo lejos se aproximaba la última de ellas dando lo mejor, mientras más se acercaba, se le notaba lo desesperada y cansada que estaba, pudo notar la mirada de Roger, sonriendo de inmediato:
—Feliz tarde pequeño—. Comento la anciana con su voz agitada, pero amable.
—Feliz tarde señorita—. Respondió Máximo con una sonrisa.
—¿La conocía? —. Pregunto Roger volteando la mirada hacia atrás.
—¡No! Solo hay que ser siempre amables con las personas que nos desean los días felices, y al contrario... por supuesto—. Respondió Máximo.
Se aproximaba una chica de pinta agradable, vestida con un escote alto y un sombrero color negro, y saco amarillo; luciendo sexy junto a su cabello suelto.
—Feliz tarde, señorita—. Dijo Roger tras cruzarse con ella a caballo. Al no esperar una respuesta, volteo la mirada, se llevó una sorpresa al notar que sí le había respondido. La chica le había sacado la lengua mostrando su pircing de manera burlona. Roger se rio al igual que ella hasta distanciarse.
Los dos siguieron su camino a caballo llegando a un estadio enorme, donde se presentaban cantidades de artistas callejeros, unos dibujaban con una especie de aerosol y, otros con manos y brochas.
—¿Qué te gustaría ser de grande Roger?—. Pregunto Máximo, mientras observaba cada obra galopando con lentitud.
Roger no sabía que responder ante esa pregunta. Nunca se había imaginado o pensado que quería hacer, manteniéndose callado. —Supongo que aún no sabes la respuesta—. Continuo Máximo.
—No... pero algún día lo descubriré—. Respondió Roger, pensativo viendo el cielo naranja atardecer.
—¿Te gusta la velocidad? —Pregunto Máximo, galopando con rapidez.
—¡Siii! —. Exclamo con emoción.
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Los Alquímicos: INICIOS
Научная фантастикаCuenta la historia del detective Miguel Ángel, quien a principios de la década de 1906, viaja a Celsus City, la ciudad de la alquimia. Para interrogar a un asesino misterioso, queda atormentado al darse cuenta que muertes paranormales ocurren mientr...