"No debí de tomar"
Repetir aquella frase lo tenía más que harto pero era necesario para recordar su estupidez.
— Su majestad. — un joven sirvienta se inclino ante el. — El carruaje de su alteza real esta por arribar al palacio.
— Que el mayordomo vaya y lo reciba. — frotó con cansancio su cara. — Ve y regresa.
La mujer tembló pero obedeció y salió apresurada de la habitación. Casi choco dos veces con los atareados sirvientes pero logró llegar hasta la entrada y con mucho disimulo susurro en las órdenes del regente al mayordomo principal.
— ¿Estás segura?
— Si, señor. No piensa venir a recibirlo.
Esto no pintaba nada bien, la cabeza de todos rodarian si llegasen a ofender de alguna forma al esposo legal.
Por qué no era solo un noble más, era una descendiente de la monarquía extranjera.
Con un suspiro, dijo su cargo a la mucama mayor y salió sin ver a la asustada sirvienta. Aquella mujer tendría que estar con el emperador si o si.
Otra gran ofensa para el imperio Reset. La primera de ella tuvo que ver con el título del esposo, no lo cambiaron, por qué era trabajo del emperador y este no se presentó al día estipulado, dejando que el consejo se encargará de un muy molesto representante del imperio Oriental.
Y ahora, quedarían mucho peor al no ser recibido debidamente. Todo se hizo de un día para otro, los sirvientes no se daban abasto con lo que tenían y tuvieron que improvisar. Iba en contra con de las normas pero ¿Que más les quedaba? El emperador no salió del harén hasta aquella mañana y la reina madre aclaro el no meterse en las responsabilidades de su hijo.
Esto sería un desastre y las consecuencias una posible guerra.
Los sirvientes lo tenían muy presentes y por eso se movían rápidamente en los pasillos, colocando y quitando cosas, sacudiendo, lavando, puliendo, lo necesario para dar algo decente que mostrar.
— ¡El carruaje está entrando!
El aviso congelo por un momento a los responsables de la servidumbre. Lanzaron con agilidad unas cuantas órdenes e indicaciones más y acompañaron al mayordomo principal a la entrada del palacio para dar una bienvenida.
El golpeteo de los cascos se detuvo, las mucamas y mayordomo bajaron la cabeza, los guardias de igual forma lo hicieron al pasar aquella figuro frente a ellos.
Lo único que se escuchaba eran los suaves pasos que daba hacia la entrada.
— ¡Su real majestad, Máximo de Àngelo Reset! — anunciaron los guardias con viva voz.
La servidumbre restante de apresuro a terminar e iniciaron dos filas a cada lado de la entrada, sin mirar a la persona, solo esperando a que el doncel pasará al palacio.
Conforme los pasos se acercaban, el mayordomo temblaba de miedo, no quería ser ejecutado, al menos, no como el anterior portador de su cargo que ofendió a la emperatriz y fue enviado a la horca.
— Disculpen. — una suave voz llamo a la cabeza del grupo. — ¿Podrían por favor, ayudarme con mis pertenencias?
— P-por supuesto. Perdone nuestra ofensa al no ayudarle antes.
Las mucamas dieron un salto asustadas y nerviosas se inclinaron para rápidamente ayudar a los guardias con el equipaje de su señor. Dejando solo al mayordomo que aún no levantaba la mirada.
Sonriendo el tenso ambiente, el joven doncel se apresuro a sacar conversación con el nervioso mayordomo.
— Mayordomo, ¿Podría decirme dónde está el comedor? Tuve un largo viaje y lo que más deseo es comer algo y dormir un poco.
El mayordomo no daba crédito a lo que escuchaba. Hablaba como si no le importará la ausencia de algún miembro de la familia imperial.
— ¡S-si! — tosió avergonzado. — Por aquí, por favor.
Atravesaron las filas de sirvientes que no se atrevía a verle el rostro y pasaron al comedor.
El suave jadeo proveniente de la reina hizo que por fin el mayordomo levantará la cabeza alterado. Solo para quedar mudo al ver tal belleza frente suyo.
Cabellos rubios, claros y vibrantes que se extendían hasta la cintura de lo largos que eran. Ojos como ciervo de un color esmeralda, único por mucho decir, brillaban en tranquilidad y felicidad. Aquellos rasgos definidos y tan diferentes al imperio hizo latir su corazón. Su vestimenta plasmaba su excéntrica personalidad, no conocía a ninguna persona que utilizará esa clase se ropa, al menos, no en el imperio.
— ¿Todo esto es para mí?
Aquella pregunta hizo salir de su ensoñación al hombre que, apenado, sonrió levemente para calmar su desbocado corazón.
— En efecto, los chefs del palacio imperial son muy hábiles en su trabajo. Deseaban demostrarlo al Consorte real con un magnífico banquete.
— Eso es muy considerado de su parte, cuando termine, ¿Podría mandar a llamarlos? — sonrió con gentileza, esperando una respuesta antes de sentarse a disfrutar de los platillos.
— Cómo ordene.
Dicho y hecho, después de la increíble comida, el mayordomo trajo consigo a los nervios hombres, no sin antes, indicarles como debían comportarse en presencia del Consorte.
— Les agradezco por la deliciosa comida, no pude terminarla toda, pero su trabajo fue excepcional. Espero seguir probando platillos tan exquisitos en mi estadía.
Los hombres asintieron sonrojados y conmovidos por las palabras del nuevo compañero de su señor. Nunca, durante años, ningún miembro de la familia imperial les agradeció si quiera por preparar los alimentos servidos en la mesa. El hecho de que un príncipe extranjero los mandara a llamar solo para agradecer, los hacia enormemente felices, tenían tantas ganas de responder como ellos acostumbraban pero no podían y lo sabían, reglas eran reglas.
— Gracias por sus atenciones, más tarde me gustaría probar algo igual de rico para la cena. ¿Seria posible?
Los cocineros asintieron emocionados, hablando con ligeros balbuceos en modo d afirmativo.
El bello consorte sonrió amablemente y le indico al mayordomo que la comida sobrante se repartiera a los sirvientes del palacio como modo de agradecimiento por su esfuerzo en su llegada.
Tras aquello, asíntio a los cocineros como disculpa por desplazarlos y soltó inesperado.
— Que pasen buen día, caballeros.
El mayordomo les dió una mirada y dejo a los rigidez hombres atrás para guiar al Consorte hasta sus aposentos.
Al estar solos se permitieron relajar sus cuerpos y expresiones.
Estaba muy felices, extasiados, anonadados por el repentino cambio que se aproximaba en el palacio.
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La llegada de un posible cambio.
FanfictionClaude y Anastacius eran tan solo niños en aquella batalla campal entre sus madre por el trono. La madre de Anastacius era sumamente poderosa, por ser la Emperatriz. La madre de Claude era una simple sirvienta con poco apoyo. Sus constantes batalla...