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Un sonoro suspiro abandono el cuerpo agotado del emperador. Después de tanto papeleo, reuniones y demás cosas estúpidas que no le interesaban, podría llegar a descansar un poco.

Cerro los ojos por un momento y se inclino en la silla del escritorio. Pensó por un momento en si visitar a su esposo o solo dormir.

Hizo una mueca, obviamente tomaría a su esposo como era debido. No podía parar de hacerlo. La calidez, el placer, los roces, besos y susurros hacían latir su corazón de una forma desconocida para el.

Carausio sacudió su cabeza y suspiro una vez más. Si pensaba en esas cosas terminaría por un camino que no deseaba tocar.

El era un emperador y los emperadores no sucumbian ante sus cónyuges.

— Su majestad, disculpe la molestia, pero la emperatriz desea enviarle un presente.

El guardia tras la puerta, espero pacientemente a la confirmación del emperador para entrar. Carausio a regañadientes y muy malhumorado, lo dejo pasar.

— Había ordenado no ser molestado por nadie, ni por esa maldita bruja roja. — exclamó con firmeza. — Habla, ¿qué es tan urgente como para sobre pasar mi órden?"

El guardia bajo la mirada para demostrar su arrepentimiento.

— Desea que acepte a unas concubinas que vienen en camino, su majestad. Fueron debidamente seleccionadas para complacerlo.

Carausio entrecerro los ojos, algo tramaba aquella mujer loca, pero...

— Bien, en cuanto lleguen házmelo saber. — le dio una mirada fría. — Retirate.

La puerta crujió al cerrarse lo que permitió bufar con exasperacion al monarca. Tenía una leve sensación de incomodidad en el pecho por la idea de pasar la noche con esas mujeres, no creía que fuera algo de relevancia.

Había estado con varias de ellas en el pasado. Disfruto del éxtasis y adrenalina del momento íntimo, de los juegos, súplicas y noches sin descanso.

¿Por qué ahora seria diferente?

¿Por qué su estómago se revolvía al pensar en lo que podría suceder?

¿Por qué pensaba en la reacción Máximo cuando se enterará?

— ¡Maldita sea! ¿Qué me ocurre?— frustrado, apretó la pluma en su mano y golpeó la mesa de madera con la otra.

Movió el asiento y se levantó de un tirón para poder pararse frente a la cama, dio un par de vueltas sosteniendo sus cabellos hasta que la puerta se abrió y el mismo guardia entro.

— Señor, el presente este aquí.

El corazón de Carausio lo traicionó al palpitar de forma abrupta, su mente le gritaba que aceptará, pero no quería. No...

— Ordena que pasen.

Tragó el nudo en su garganta y espero pacientemente. Los pasos suaves se escucharon.

Carausio ladeó la cabeza molesto consigo mismo y decidió sentarse en la cama para tranquilizarse.

El suave susurro de la ropa llamo su atención. Giro la mirada de forma amenazante, cosa que detuvo al instante por su repentina sorpresa.

Ahí, de pie y enfundado con finas ropas de seda se encontraba Máximo en todo su esplendor.

El emperador se levantó con lentitud mientras devoraba con la mirada a su esposo. Sus pupilas se dilataron y su entrepierna dio un tirón al percibir el exquisito olor de su esposo. Siempre desprendia ese aroma, pero ahora necesitaba más que solo olerlo.

La llegada de un posible cambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora