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Sin ceremonia. Sin bienvenida adecuada.

No esperaba menos del gran imperio de Obelia.

"La bienvenida no estuvo nada mal pero pudo ser mejor." — pensó.

Solo los sirvientes dieron la bienvenida. Ni una sola presencia mayor a ellos, tal vez algún regalo, mensaje o excusa de sus señores, pero nada sucedió, no comunicaron o entregaron nada. Simplemente lo recibieron por órdenes del mujeriego emperador.

"No me siento tan ofendido. Solo espero no tener que pasar la noche con aquel hombre."

Por qué si, el era su esposo legal, el gran consorte real. Elegido por la reina madre y educado para ser un esposo "complaciente".

Complaciente mi trasero, ese rubio puede seguir con sus asquerosas orgías.

Eso había dicho su amada madre, la reina. No sabía si creerle o no debido a que eran solo rumores lo que rodeaba al regente.

Menuda suerte tenía. Tener que fingir frente a todos sería una pesadilla pero lo haría para tenerlo de rodillas, suplicando por su toque y atención.

— Por aquí, Consorte real.

El mayordomo indico el camino, abriéndose paso entre diferentes pasillos. No le tomo demasiado tiempo el llegar a la habitación predispuesta para el hermoso doncel.

Con pasos temblorosos abrió la entrada y se inclino ante el doncel, esperando que pasara.
Máximo con suave mirada, se adentro a el espacioso lugar, apareciendo todo a su alrededor de manera curiosa, brillante e inocente.

— Bien. — comento para alivio del sirviente. Sonrió un poco más brillante. — Puedes retirarte.

El sirviente prácticamente salió disparado, desapareciendo sin mirar al doncel.

— Explotación en todo sus sentidos. — aliso su traje con diversión por el descuido del hombre. — Tan asustado estaba que no me ofreció un baño.

Rio sin gracia. Sus sospechas se hicieron realidad.

Si el monarca es tan irresponsable y egocéntrico como decían, no sería difícil someterlo, a el y a su familia.

Observó la cama. No sé acostaría en eso por nada del mundo. Aquella habitación no era de su agrado ni mucho menos indicada para una persona de sus estatus.

Los muebles estaban polvoriento, viejos y sin arreglar. Para empeorar el sueño y las paradas parecían apenas aceptables pero si miraba con más atención podía notar ciertos rastros de humedad y moho. Y la cama, aquella cosa delgada y repugnante no podía llevar ese nombre.

¿Que haría ahora? ¿Dormir en el baño?

Un chirrido detuvo su andar al baúl.

Retomo su camino, seguro de la identidad del intruso.

Agachó un poco su cuerpo y sostuvo entre sus manos las tallas. Enderezó su postura y choco con un algo duro a sus espaldas.

Brazos fuertes lo rodearon y lo empujaron hacia el cuerpo ajeno.

Hizo una leve mueca de desagrado y suspiro internamente por lo que haría.
Todo sea por domesticar a ese hombre.

Cambio rápidamente su mueca por un sonrojo. Adaptando su personalidad adorable e inocente que tanto le costó hacer pero que definitivamente le sería útil.

Agitó su cuerpo y dió manotazos a diestra y siniestra para completar su actuación.

— Detente. — aquella orden lo hizo agitarse más. — He dicho que te detengas.

Agitado — ¡N-no! ¡Suéltame! — golpeó los brazos ajenos. — ¡Soy de su majestad! ¡Solo me entregaré a el!

El emperador sonrió divertido y apretó un poco más el agarre, esperando ver otra interesante reacción.

No sé espero aquel duro cabezazo.

Aturdido, se tambaleo hacia atrás. Observando con sorpresa al doncel.

Máximo giro sobre su eje con las manos temblorosas y sus ojos húmedos, listo para luchar de ser necesario con aquel hombre.

Fingió sorpresa con el rubio. Gozo de la nariz sangrante por unos momentos, lastima que tenía una actuación que finalizar. Por algo no acomodo sus ropajes en el forcejeo.

Cubrió su boca para más dramatismo y murmuro suavemente— ¿S-su majestad?

El emperador lo miro de arriba abajo, sintiendo como su cuerpo comenzó a calentarse por la tentadora. Aquello lo noto el doncel, con experiencia, dejo que su ropa se deslizara hasta sus hombros al avanzar hacia con una expresión afligida.

— ¡¿Le duele mucho, su majestad?! — pregunto, sujetando sus manos con desesperación. — ¡Y-yo, lo lamento mucho! ¡No pensé que...que vendría a verme está noche! —

Sujeto el sorprendido rostro del monarca entre sus manos y limpio con extremo cuidado la sangre que salía de la nariz con ayuda de su manga. Aún sin salir de su estupor, el emperador permitió que el doncel lo sentará en la única silla de la habitación y sin saber de dónde o cuando , comenzó a curarlo con ungüentos y vendas en manos.

El suave tacto contra su rostro, las miradas suaves pero arrepentidas y las constantes palabras de disculpas sinceras hicieron un revoltijo en su interior.

Estaba prácticamente paralizado, dejando que aquel doncel lo tocará y hablara libremente, a el, al emperador más poderoso de todo el mundo.

— ¡L-listo! — exclamó con alegria, dejo de hacerlo al darse cuenta de la situación. — U-un, su majestad —

Llamo cohibido, durante todo el ajetreo su vestimenta bajo un poco más, mostrando el inicio de su pecho. El emperador se dió cuenta de aquello, miro la fina piel, lisa, suave y deliciosa piel.

Unas ganas inmensas de morder y chupar aquella zona le surgieron. Y no se contuvo.

Jalo el cuerpo y lo obligó a sentarse en su regazo.

— ¡¿Su majestad?! ¡Ah! — grito sonrojado ante el repentino mordisco en su hombro. Tembló al sentir algo duro en su muslo. — Mi señor...

Carausio sonrió al morder la suave carne del cuello. Apretó el agarre en la cintura y arranco con una fuerza bestial las capas que cubrían al doncel.

No se detuvo, no lo haría, tomaría aquel hermoso ser sonrojado y agitado.

Lo tomaría en aquella silla de ser necesario.

— ¡Mi señor! ¡E-espere! — gimió al sentir los toques bajo la última prenda de ropa. — N-no, a-aquí no, mi señor~

El empujón que dió el doncel lo hizo detenerse. Máximo aprovecho para tomar aire y sostenerse mejor de los hombros del emperador.

Por primera vez, Carausio debatió en dónde sería más cómodo hacerlo.

Observó la habitación. Paso de largo. Definitivamente en algo tan sucio no.

Miro de reojo al tembloroso cuerpo y frunció el ceño al verlo un poco más tranquilo. Retomo su caricias y besos no queriendo dejar de escuchar los suspiros, gemidos y balbuceos sin sentidos.

Si no era posible en la habitación, lo harían en la de el.

Cargo al agitado joven al estilo nupcial y avanzo hasta su habitación. Cuidado de no toparse con los sirvientes.

La velocidad con la que iba asusto Máximo.

"Okey, creo que me pase con esto"

Quiso llorar internamente por lo que sucedería y por el terrible dolor que sufriría después de eso.

Ladeó su cabeza y sonrió. Bueno, por algo se empieza.

Suspiró agitado y jadeo en el oído del emperador.

— Mi señor~

Sintió como la velocidad aumentaba. Vaya hombre tan desesperado.

La llegada de un posible cambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora