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Con cada paso que daba, sentía que el alma se le salía del cuerpo.

"La tiene grande el desgraciado"

Apretó sonrojado la mano del emperador. El regente regreso su mirada a su esposo y sonrió por su andar, tenía las piernas temblorosas y los labios apretados, a pesar de querer esconder su dolor no lograba hacerlo.

- Mi señor, creo que no podré cumplir mis obligaciones más tarde...- susurro apenado al esconder su rostro en el brazo de este. - Estoy muy adolorido.

Necesitaba que el bastardo le creyera y lo dejara descansar esa noche. No deseaba volver a repetir el encuentro, tal vez, dentro de ¿quién sabe? jamás.

Sujetando la cintura de su esposo para dar apoyo, sonrió divertido. - Nada que un buen descanso no ayude. Después de saludar a mi madre, descansaras lo necesario y pasar la noche conmigo.

Máximo apretó los dientes en furia. No era uno más de sus amantes. Era hora de entrenar a su mascota.

-Y-yo - tartamudeo, jalando del saco y deteniendo su andar en el proceso. - N-no he tomado nada... Puedo quedar embarazado y-y no podré atender más a su majestad si eso ocurre.

Carausio gruño en molestia, lo habían hecho varias veces y sin cuidado alguno, además, no es como si quisiera abandonar de momento el delicioso cuerpo de su esposo por un engendro molesto.

Suspiro resignado. - Bien, pero dormirás conmigo.

Aún con un sin números de quejas, asíntio feliz. Sujeto la mano de su esposo y le dió un beso en la mejilla para demostrar su felicidad. Cosa que hizo sonreír al regente, dejo que el hombre más bajo tomara confianza al hablar sin parar durante todo el recorrido a la entrada principal.

- ¡Su majestad, el emperador y su alteza real, están entrando!

El guarda anuncio fuerte y claro. Los sirvientes no dudaron en quitarse del camino y presenciar a los esposos... Tomados de la mano.

Si, tomados de la mano... ¡¿Tomados de la mano?!

Una oleada de exaltación recorrió a la servidumbre, atónitos por lo que sus ojos veían.

Aquello levanto las alarmas en varios. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo?

¡Si apenas hace unas horas el emperador se quejaba y alardeaba de solo pasar una noche con aquel doncel y después lo botaría sin más!
Y ahora, ahora lo tenía colgando de su brazo, acariciando su cintura y abdomen a gusto.

Seguramente tendrían las bocas hasta el suelo de ser posible, pero era simplemente irreal, tan poco tiempo y ya estaban así.

— ¡ El carruaje se avecina!

El llamado de un guardia los hizo tendrás. El regente pareció solo entonces reaccionar y darse cuenta de dónde estaban. Su semblante calmado, cambio a uno frío en cuestión de segundos. Aún sin soltar la esbelta cintura, ordenó que se despejará el salón.

Minutos después, solo se encontraba el emperador, el Consorte y los encargados de la servidumbre.

— ¡Su atención, su majestad, la reina madre está entrando!

Un carruaje se aproximó a gran velocidad, casi como si de una competencia se tratase. Dicho carruaje, aparco abruptamente dejando sorprendidos a los sirvientes y al Consorte que hasta el momento se la paso dando Carías al monarca para que quitará esa expresión tan seria.

Los guardias se apresuraron y abrieron la entrada, ayudando al darle la mano a la reina para bajar.

La dama arregló rápidamente el vestido de su señora y se hizo aun lado para que bajara, después, la imitó y quedando tras de ella con la cabeza gacha.

La hermosa mujer mayor abanico su inexpresivo rostro hasta dar con los ojos de su querido hijo. Ambos se enviaron mensajes claros.

"Baja y saluda".

"En tus sueños, mujer"

Notando el ambiente tenso, el consorte actuó y ordenó a los sirvientes bajar el equipaje de la reina. Tomo del brazo a su esposo y lo obligó a bajar por las escaleras para recibir a su madre como era debido.

Está pequeña acción hizo sonreír a la mujer, satisfecha con la actitud de su nuevo hijo político. Alguien tenía que ser el maduro en esta relación.

Al llegar frente a la reina madre, Máximo se inclino y saludo a su suegra con la elegancia que la caracterizaba.

— Bienvenida, reina madre, es un placer por fin conocerla en persona. — sonrió cálidamente al finalizar su reverencia y tomar el brazo del regente.

— Cómo debe ser, mi querido hijo. — devolvió la sonrisa pero está vez volvió su atención a su rebelde primogénito, esperando un saludo de su parte.

El mencionado no hizo ningún movimiento para abrazarla o si quiera saludarla, debido a esto, Máximo se desespero y con una voz molesta pero dulce le reprendió.

— Su majestad, no es muy amable lo que hace. — sus ojos brillaron con tristeza. —  Si no saluda a la reina madre, ¿Tampoco lo hará conmigo cuando lo visite?

Los ojos azules del contrario brillaron en reconocimiento ante tal pregunta, su rostro no cambio pero su postura se vio más relajada.

Suspirando, tomo la mano de su madre y la besa. — Bienvenida madre, me complace tenerte aquí por este día. — remarcó la palabra para hacerla entender.

Quería volver con su esposo a la habitación y no salir de ella hasta el siguiente día.

— Por supuesto, me quedaré lo que necesario. — agitó su mano despreocupada. — Aún así, deseo conocer más a mi querido hijo.

El sonrojo pinto las mejillas del doncel. — Me halaga su majestad,  no hay mucho que pueda decirle este extranjero.

— Estoy segura de que es lo contrario, querido. — empujó levemente a su hijo a un lado y tomo del brazo al hermoso esposo. — Tomemos el té, ¿Ya almorzaste?

— N-no, su majestad. — comenzaron a avanzar. El doncel miro sobre su hombro a su esposo, quien los miraba furioso.

— Llámame madre, cariño. — palmeo su mano y sonrió encantada. — Desayunemos, el emperador tiene asuntos que tratar.

Aseguró mientras pasaban por el umbral sin mirar atrás, la reina no pero el doncel si mandaba leves miradas de disculpa.

El emperador se quedó solo. Maldijo su suerte. No podía ir con ellos por qué su madre así lo pidió, indirectamente, pero lo hizo.

Suspiro y camino al interior del palacio.
Su madre se iría pronto y nada lo detendría de estar con su esposo. Gozaría cada minuto con el hasta quedar saciado, dudaba que lo hiciera, era realmente algo adictivo hacerlo con el.

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— ¿Qué hiciste para tener a mi hijo así?

La reina corto su carne con precisión.

Máximo sonrió inocente. — ¿A qué de refiere, su majestad?

Deteniendo su acción, dejo los cubiertos en la mesa y se digno a mirarlo. — Mi hijo, es un idiota egocéntrico, orgulloso y promiscuo. — sonrió sin emoción. — Lo conozco bien, por algo soy su madre y guardiana. El hecho de que sea un bastardo insensible no quiere decir que lo deje de lado.

— ¿De verdad? — bebió de la copa, girando el objeto de vidrio entre sus dedos. — Nada cambio en su hijo. — hizo una mueca de indiferencia. — Solo se llevó una experiencia gratificante con mi compañía.

Afiló su mirada a la mujer mayor, transmitiendo su burla tras aquella sonrisa angelical.

La reina en lugar de enojarse asíntio satisfecha por su respuesta, tomo su copa y la alzó, máximo la imitó. Ambos brindaron.

— Salud por tu futuro gobierno...— hizo una pausa y prosiguió. — y sus futuros hijos.

Máximo no borro su sonrisa a pesar de que quería hacerlo. Degustó el líquido y sonrió con disimulo ante la declaración de su suegra.

" Mi era apenas comienza."

La llegada de un posible cambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora