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Acercó la suave textura a su pecho, era tan blandito, esponjoso y chiquito.

Amo los peluches!, el emperador ganó puntos con este regalo de disculpa."

Beso lo que parecía ser la cabeza y rio levemente.

El pequeño cuerpo de felpa se removió y luego tembló. Aquello alegro al doncel, el peluche era mágico al parecer, algo que en definitiva gusto mucho a Máximo.

— ¿Ma-mami?

El suave susurro y el sollozo que lo continuo no era normal para un simple juguete mágico.

Máximo abrió los ojos rápidamente y giro sus ojos al tembloroso...¿Niño?

Un niño reposaba en su pecho, asustado, confundido y tembloroso. Podía ver algunas marcas de arañazos y golpes, signos de desnutrición.
Eso lo aterró, ¿Cómo una persona podía abusar de un niño? ¿Que clase de mounstro haría eso?

El sollozo se hizo más intenso pero no hizo reparo en safarce del agarre suave del pelilargo. El adorable niño seguía dormido, con pesadillas rondando su cabecita.

— ¡N-no, mami! Duele...

Grito y abrío sus ojos en pánico, su madre por poco lo golpea con aquel fuete que guardaba en el cuarto de castigo. Máximo se aparto de un tirón y se levantó de su lugar bastante sorprendido por el arrebato.

El doncel observó cómo el niño se hizo ovillo en su lugar al verlo, trato de acercarse un poco pero el niño sollozo y se alejo.

"¿Que hago? ¿Le doy dulces? ¿Lo abrazo? ¿Lo ignoró?"

Analizó la situación, no lo dejaría acercarse más, jamás había tratado con niños humanos, solo con pequeñas crias de diferentes animales. La diferencia era abismal.

Claude se arrastro hasta quedar en la orilla de la cama, al hacerlo, las sábanas se deslizaron y el pequeño cuerpo también lo hizo. Máximo trato de sujetarlo pero termino cayendo de igual forma, golpeando su hombro con el baúl rojo que su madre le regaló, según ella, tenía un mecanismo especial...

*Pin*

El seguro cayó y la tapa se levantó rápidamente. El doncel no le tomo la mínima atención al baúl y se concentro en pequeño príncipe.

— ¿Te duele algo? ¿Te lastimaste?— se arrodilló hasta quedar a su altura, tomando de su regordete rostro con delicadeza. Claude asíntio a duras penas y comenzó a llorar otra vez, subió sus manos raspadas a los ojos del pelilargo para dar una respuesta mucho más clara.

— Calma, calma. — Máximo sujeto las manitas del niño y sonrió. Alzó un poco más las manitas y colocó un beso en cada una de ellas. — Con esto ya no dolerá tanto. —acaricio las manitas y lo miro directamente a los ojos. — ¿Puedo cargarte?

El joven principe no aparto la mirada del lugar donde el beso mancho su piel. Asíntio a la pregunta sin saber realmente lo que hacía.

Máximo no dudo en tomarlo en brazos y sentarlo en la única silla del lugar. Desapareció por unos minutos y luego regreso, entre sus manos llevaba un cuenco con agua, paños y vendas.

La limpieza comenzó en silencio, un silencio cómodo para el niño. Aún no cabía en su mente las acciones tan raras del hombre.

La delicadeza de sus movimientos, la sonrisa en su rostro, el tatareo suave.

Su madre nunca se preocupo por el.

Nunca llegó a consolarlo cuando se lastimaba.

Y el hecho de que un desconocido lo atendiera y no su madre... Lo hacia querer llorar aún más.

La llegada de un posible cambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora