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Los intentos de la emperatriz para derrumbar a Máximo siguieron durante unas semanas mas. Hizo hasta lo imposible para que el emperador aceptará pasar la noche con alguna mujer del harén.

Mandaba mujeres hermosas que recientemente habían ingresado al comprarlas en el mercado de esclavos, sin embargo, en cada intento Máximo aparecía antes e ingresaba a los aposentos de su majestad. Cuando las mujeres llegaban eran devueltas sin darles ningún vistazo.

Eso enfureció a la emperatriz, su interminable convicción se renovó al ver qué aquel rubio no parecía quedar embarazo y por ello, vio su oportunidad de estar con su majestad con la excusa de darle otro hijo.

Mala idea, el emperador la aborrecio ni bien trato de hablar con el sobre el tema.

Simplemente ya no sabía que hacer, no sabía hasta que punto llegar. Solo le quedaba visitar a su majestad de imprevisto. Frente a los sirvientes, no podía despreciarla abiertamente, era la emperatriz y debían mantener una imagen de un matrimonio unido quisiera o no.

Y es así que llegó hasta la entrada de los aposentos del emperador. Había estado tan feliz al ver qué los guardias parecían moverse para avisar a su majestad, sin embargo, la suerte no la acompañaba.

Máximo llegó a paso morderado, vistiendo de forma deslumbrante mientras se posaba frente a ella con una mirada dulce. Reverencio hacia la pelirroja junto a su séquito y esperó.

Esperó, paciente, sereno, como si la emperatriz no estuviera ahí.

Su rostro lucía tan malditamente confiado y relajado como si ya conociera el resultado de todo.

Uno de los guardias entro para avisar al monarca y poco después salió con la cabeza baja.

-Puede pasar, su señoría...

La emperatriz sonrió hacia Maximo con sorna. Dio un paso para ingresar pero el guardia levantó un poco la mirada hacia Maximo e inclino la cabeza de forma respetuosa.

- Consorte Real.

Fue un golpe duro ver cómo su rival sonreía y pasaba frente a ella, entrando tan... tan... Superior.

Algo dentro de ella se rompió. Una delgada línea entre la locura y la cordura.

Y ella ya lo había sobrepasado.

"Oh no, no otra vez."

La sirvienta de la emperatriz rápidamente se movió para cubrir al príncipe Anastacius de un posible golpe de jarrón, dando como resultado que el objeto de porcelana se estrellara en su cabeza.

- ¡Su majestad! ¡Por favor detenga esto! ¡El príncipe Anastacius puede salir herido! - Exclamo con horror otra de las damas que atendían a la emperatriz.

Anastacius observó con ojos llorosos como su madre era retenida por sus damas, tratando de evitar que siguiera volcando y tirando cosas por su habitación. El joven príncipe abrazo con fuerza a la sirvienta que lo había protegido.

Su pequeña mente no comprendía lo que estaba mal con su madre, ella lucía bien cuando abandono su habitación aquella mañana para visitar a su padre, pero ahora volvía a su estado de violento.

- ¡Suéltenme! ¡Déjenme en este mismo instante o sus cabezas rodarán! - gritó con furia la pelirroja. Forcejeo de un lado a otro sin éxito.

- ¡Emperatriz! ¡Por favor, cálmese! Puede meterse en problemas con el emperador. - la sirvienta jalo a la emperatriz fuera de la habitación al escuchar pasos pesados.

La pelirroja siguió gritando sin importarle el acercamiento de los guardias, pataleo como si de una niña se tratase. Logró zafarse de sus damas y correr hasta la habitación. Cerro con fuerza las puertas.

- ¡Quítate! - Apartó de un golpe a la sirvienta herida y tomo los hombros de su hijo con fuerza. - ¡Anastacius! Hijo mío, mi niño, tienes que ayudar a mami. Tienes que ayudarme a deshacerse de ese repugnante doncel.

El pequeño príncipe miro consternado a su madre y el continúo agarre en él. Lo estaba lastimando. Comenzó a llorar.

- Mami, me das miedo. - se removió tratando de librarse. - M-me lástimas, ¡mamá!

Al escuchar el llanto del príncipe, las damas comenzaron a golpear la puerta y forzar la cerradura mientras le gritaban a su señora que parará. El escándalo era tal, que los guardias llegaron rápidamente.
Derrumbaron la puerta y entraron a la habitación listos para detener a la emperatriz.

Los elementos detuvieron su avance al ver la escena frente a ellos, sus cuerpos quedaron petrificados ante la fiereza y crueldad de la emperatriz. Jadeos bajos se escucharon tras de ellos, las jóvenes señoritas también estaban sin palabras.

Tenía sujeto a su propio hijo del cuello, tratando de ahogarlo.

- ¡Eres un mal hijo, Anastacius! ¡¿Cómo puedes dudar de mí?! ¡De tu madre! ¡Yo te di a luz, me debes la vida! - exclamó con fuerza al apretar su agarre. La cara del príncipe comenzó a ponerse roja.

Solo eso basto para hacer reaccionar a los guardias. Tomaron a la emperatriz de ambos brazos y la alejaron del príncipe, con ayuda de las mujeres presentes se llevaron a la pelirroja de vuelta a sus aposentos.

Anastacius lloró con fuerza al estar solo. Llevo sus pequeñas manos hacia su cuello rojo y sollozó al sentir las punzadas ardientes. Gotas pequeñas de sangre se impregnaron en los dedos regordetes. La pulcra y elegante ropa fue manchada. El pequeño niño observo a la dama junto a él, estaba herida y sangrando constantemente de la cabeza, aquella mujer lo había salvado de estar en esa posición.

- Yo... - Murmuro con los ojos abiertos en shock. - ¿Qué hago?

Pensó por unos segundos, en vano. Estaba bloqueado por los eventos anteriores.

Mordió su labio indeciso y tembloroso. Sollozo al no escuchar a nadie venir. Lo habían dejado solo.

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- Su majestad, nuestra informante tiene noticias para usted.- Roseline hablo al cepillar el hermoso cabello del doncel.- La emperatriz atacó al príncipe Anastacius.

Máximo detuvo las caricias en el sedoso cabello de Claude. Giro su mirada hacia su sirvienta y le dio una advertencia silenciosa de que se callara.

Claude dejo de jugar con su oso de peluche al escuchar a la sirvienta. Era un niño, pero comprendía hasta cierto punto lo que ocurría. No dijo nada, simplemente recostó su cabeza en el regazo de Máximo para que siguiera con sus caricias.

- ¿El emperador lo sabe? ¿Qué acciones tomo?- Máximo cuestionó al colocar su mano en la audición de Claude.

Roseline sonrió con dulzura, dejo el cepillo aún lado y trenzo con rapidez el largo cabello de su señor. Estaba de buen humor.

- Bueno, el emperador mandó a encerrarla en sus aposentos. La reina madre se ha enterado también de la situación y viene en camino.

Máximo frunció ligeramente el ceño. Debía de moverse, tenía que dar un golpe final a la emperatriz.

- Preparen una bienvenida adecuada. Roseline, dile a nuestra informante que se mueve a colocar lo que te dije en la bebida de la emperatriz. Anastacius será trasladado cerca de la habitación de Claude. - Máximo ordeno con fría voz. - Muévete.

La sirvienta se inclino con sumisión y salió a paso rápido. Las caricias de Máximo habían cesado al sentir como Claude se había quedado dormido.

Ahora, solo faltaba hacer un movimiento contra el estorbo que chillaba alrededor de el... La emperatriz y la supuesta madre de Claude pagarían con sangre.

Ya tenía a una en donde quería. Solo faltaba la rata escurridiza que rondaba su palacio.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2023 ⏰

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