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- ¡Claude! ¡Hermanito!

Anastacius no dudo en aproximarse al adorable niño. ¡Claude no había cambiado nada! Se sentía tan feliz de poder estar con su hermano más de tres minutos, sin ser apartado o regaño por sus padres.

Su hermanito estaba aquí y estaba muy bien cuidado y alimentado. Si, aquel hombre del cual su madre despotricaba parecía tener más corazón que su propia familia. Inclusive, su querida abuela.

Por otro lado, mientras el joven príncipe se acercaba, el estado de Claude no era para nada bueno. Sentía su cuerpo temblar más no parecía realmente responder a suplicas de irse, se mantenía quieto, observando cómo aquel niño raro se acercaba a el. Tan rápido. Demasiado contentó...

- ¡Claude! - al estar cerca, Anastacius abrazo a su hermano. - ¡Te extrañe mucho! ¡Mucho, mucho! - sonrió sin notar el cambio brusco de color en la piel contraria. - Mira, traje un regalo para ti. Tuve que ocultarlo de mamá pero estoy seguro de que te gustara...

Extendió el pequeño sobre que ocultaba en su saco. El decorado era sencillo pero bastante colorido con trazos de crayones que daban vida a los dibujos elaborados del pequeño príncipe. Dicha obra de arte, era su familia, la emperatriz, el emperador tomando de las manos a Anastacius y Claude que se encontraban en medio de estos....

Aquel regalo tomo desprevenido a Claude que solo atino a sollozar y abrazar más fuerte a Maxi, esperando con desesperación su ayuda ante tal situación. Nunca había visto aquel niño y tampoco parecía realmente confiable, el parecido era tan simular al hombre que decía ser su padre.

Tembló y sollozo, no acepto el regalo y en cambió, en un momento de desesperación, corrió rumbo al interior del palacio con la intención de encontrar a Máximo. La única persona en la cual confiaba.

- ¡¿Hermano?! - Grito preocupado. - ¡E-espera!

Estuvo a punto de correr pero fue detenido por una mano en su brazo.

Giro rápidamente su cabeza. La dama de compañía de su madre y niñera asignada ese día lo miraba con alteración.

- Mi príncipe, por favor no vuelva a escapar de esa forma. S-su madre podría castigarlo. - Castigar... Siempre era lo mismo...- Volvamos por favor, su majestad el emperador esta impaciente por verlo.

Anastacius negó y comenzó a forcejear con la mujer, su prioridad era ayudar a su hermano y si eso significaba desobedecer a su madre y todo aquello que le inculcó para ser un digno emperador, lo haría.

- ¡Príncipe Anastacius, pare por favor!

- ¡N-no! - exclamó al zafarse y correr perdiéndose entre los arbustos del extenso jardín.

La Nana lo siguió apresurada, casi llorando y sin ganas de continuar al lado de la emperatriz.

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Máximo acaricio los suaves mechones de Claude mientras tarareaba una suave melodía, para así poder tranquilizarlo.

Resulto tan solo un poco, el pequeño seguía llorando por el horrible momento que vivió. Las lágrimas fluían una tras otra y para ser justos, Máximo también quería llorar al ver que no parecía tranquilizarse.

El pelilargo suspiro y frunció el ceño.

Estaba furioso, deseoso de degollar al causante de tal estado en Claude. No por qué sacar conclusiones antes de tiempo pero ya tenía a su principal sospechoso.

- Máximo...- Claude murmuro aún sin dejar de llorar, por más que quisiera no podía parar. - Lo siento...

El pequeño príncipe abrazo a su oso de peluche y se negó a mirar al pelilargo. El doncel tomo en brazos al príncipe de manera cuidadosa y lo mecio cómo si de un bebé se tratase, en todo momento, Claude se mantuvo escondido en el pecho de este hasta caer por fin dormido entre los cálidos brazos y el tintineo de la voz.

La llegada de un posible cambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora