Capítulo 24

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Mailén

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Mailén

🖤

No podre ni cargar la tableta electrónica. Mis brazos duelen y es vergonzoso, pues he utilizado las mancuernas más pequeñas para todos los ejercicios de mi rutina.

El entrenador fue contactado por mi médico, así que está al tanto de mi situación y de la política de confidencialidad. Se ha mantenido a mi lado atento a todo lo que hago, hasta me siento un poco culpable cuando descuida a los otros chicos que entrena, pero es muy amable.

Nicolás ha sentido celos, lo noto cada vez que pasa por donde estamos y ni tiene nada qué hacer por aquí. Ya pasó como quince veces.

El entrenador es stripper, es su segundo trabajo, y es tan dedicado a su cuerpo como Nicolás o quizá hasta más. Tiene el tatuaje de un dragón en el brazo, pero es el único visible; supongo que tendrá otro en sitios más privados.

Los celos de mi novio son infundados, pues David, el entrenador, es un profesional. Corrige sin tocarme, me muestra con su cuerpo las posiciones correctas y me felicita cada vez que lo hago bien. Nunca pensé que así fueran los entrenadores, me hace sentir más tranquila y con la confianza suficiente para buscar conversación cada vez que Henrik se acerca.

El vikingo me ha enviado unos cuántos mensajes por la mañana. Quiere hablar conmigo para saber si Karam me dijo algo incómodo. Obviamente lo dejé en visto, se indignó y ahora intenta arrinconarme en el gimnasio para someterme a un interrogatorio.

¿Qué le voy a decir?, ¿Karam no está enamorado de su prometida? Es la única explicación, aunque quizá sufrió un «lapsus brutus» y «se le lengua la traba».

—Con eso terminamos por hoy —avisa David cuando termino con mi última serie para tríceps—. Puedes ir a descansar.

—A trabajar —corrijo con un bostezo—. Mi día apenas empieza.

David se despide con una sonrisa y una palmada en mi espalda que casi me arroja contra la pared, pero no lo nota. Estos hombres no siempre controlan su fuerza, a Nico a veces le pasa.

Recojo mi toalla y mi botellón. Subo las escaleras hasta el área de máquinas donde se encuentra Nicolás y me detengo en la entrada.

Mi novio está ahí.

«Mi novio». Es el primero, qué ñoña resulté.

Eric y Henrik están con él, también unas siete chicas que se pasean con ropa sugerente por los costados; ni uno las mira. Creo que podrían ir desnudas y esos tres seguirían concentrados en lo que hacen, saben que tienen el tiempo medido para ir a la disquera.

—¿Ya terminaste? —me pregunta Nicolás cuando termina con una máquina.

Asiento y me aproximo hasta él. Intento no embobarme con su cuerpo cubierto de sudor. «Intento», no resulta.

1. Una Melodía Inefable para los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora