Capítulo 2

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Domingo, 12 de marzo, 10:30 horas.

Han Hewon aguardó a que el director editorial del HYBE de Busan examinara metódicamente sus fotografías y leyera con mucha atención el texto que había estado retocando hasta altas horas de la madrugada. Tras lo que le pareció una eternidad, el hombre levantó la cabeza.

—¿Cómo las ha conseguido? —preguntó Song Min Gi señalando las imágenes.

—Estando en el sitio adecuado en el momento adecuado —respondió Hewon, encogiéndose de hombros. «Es mi karma», pensó, pero le pareció que Song no compartiría su parecer—. La víctima vivía en el mismo edificio que yo. Estaba doblando la esquina para entrar en casa justo cuando se tiró por el balcón. Oí un grito y entonces eché a correr junto con tres personas más. Una pareja vio la caída. —Posó el dedo en la esquina de la primera fotografía: la cruda imagen de una mujer abierta en canal, desangrándose, junto a la cual había dos jóvenes; el blanco y negro captaba por completo su estupefacción—. Empecé a hacer fotos aquí y allá.

El hombre la miraba con escepticismo.

—¿Delante de la policía?

—Aún no habían llegado —respondió con calma—. Después seguí haciendo fotos, pero con más discreción.

—¿No utilizó el flash?

—Tengo una buena cámara, no hace falta flash. —Arqueó una ceja—. Me gustan las fotos que hago.

En el rostro del hombre se dibujó una sonrisa irónica.

—Claro. ¿Qué me dice del texto?

—Lo he escrito yo.

El hombre sacudió la cabeza.

—No me refiero a eso. ¿De dónde ha sacado la información? «Según una fuente anónima, la policía ha encontrado pruebas que indican que alguien coaccionó a la víctima para que se tirara desde un vigésimo segundo piso.» ¿Quién es esa fuente anónima?

Al ver que la chica no respondía, Song entornó los ojos.

—No hay ninguna fuente anónima. O se lo ha inventado o bien oyó alguna conversación entre los policías. Dígame, ¿lo primero o lo segundo?

Hewon, contrariada, se mordió la parte interior de la mejilla.

—Lo segundo.

—Me lo imaginaba. —El hombre se sentó en su silla, tenía los dedos algo crispados—. Consiga que el Departamento de Policía de Busan lo confirme, busque a alguien con quien pueda ponerme en contacto para comprobar los hechos y le publicaré el artículo.

«Por fin.» Eran las palabras que llevaba dos años enteros esperando oír.

—¿Dónde?

La sonrisa de él fue breve y algo burlona.

—No sea codiciosa, señorita... Han. Consiga una declaración que pueda comprobar y ya hablaremos.

A ella le pareció un trato justo. No era lo ideal, pero era justo. Por una fracción de segundo se planteó echar mano de su otra carta: su padre. Pero eso no sería justo, ni para Song ni para ella. Se dispuso a recoger las fotografías y frunció el entrecejo cuando el hombre posó la mano sobre la primera, aquella en la que aparecían los adolescentes y el cadáver tan solo unos instantes después del impacto.

—No quiero que me demanden por difundir información falsa —dijo él en tono suave—, pero siempre puedo utilizar las fotos. Las imágenes no mienten.

Hewon apretó los dientes.

—Yo tampoco. Volveré. —Salió a la calle con paso brioso y se dirigió a la comisaría. No tenía ni idea de cómo hacer que le confirmaran la información, pero lo conseguiría. El destino le había servido un artículo en bandeja de plata, por así decirlo. Ahora le tocaba sacarle partido.

No puedes huir de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora