Capítulo 7

2.2K 274 71
                                    

Lunes, 13 de marzo, 16:45 horas.

Jungkook llegó justo en el momento en que Félix, el forense, cerraba la cremallera de la bolsa que contenía el cadáver de Shin. Se apartó para que pasaran con la camilla y se situó al lado de Kim.

—Jimin está bien —anunció Jungkook en voz baja—. Le he contado lo de las tarjetas de crédito. No ha hecho falta decirle que eran suyas, ya se lo imaginaba.

—Mientras estabas con él me ha llamado Choi. —Kim le mostró el cuaderno donde había apuntado la dirección de una oficina bancaria del otro extremo de la ciudad—. Ha averiguado que la cuenta donde se efectuaron los cargos de la tarjeta de crédito es de esa oficina. Está abierta hasta las seis.

Jungkook miró el reloj.

—Tenemos el tiempo justo.

—Choi también me ha dicho que tiene noticias de Bo Min. Hay cinco abogados que están preparando recursos de apelación.

—Se va a armar...

—La gorda —añadió Kim—. ¿Dónde está Jimin?

—Se ha marchado a su casa a revisar los informes psiquiátricos de los juicios. Le he dicho que lo llamaría más tarde.

—¡Kim! —Hoseok apareció en el vestíbulo donde coincidían los dormitorios y les hizo señales para que se aproximaran—. Ven tú también, Jungkook. Te gustará ver esto.

Siguieron a Hoseok hasta la habitación que había sido el dormitorio del bebé. La cuna seguía estando en una esquina y en el cambiador se apilaban pañales desechables y polvos de talco, todo cubierto por una gruesa capa de polvo. Uno de los ayudantes de Hoseok se encontraba de pie sobre un taburete con el rostro contra un conducto de ventilación destapado cuya rejilla estaba apoyada en la pared.

—Este es Cha Eun Woo. Muéstrales lo que has encontrado, Eun Woo.

Eun Woo se volvió; entre el índice y el pulgar sostenía un pequeño recipiente negro, de dos centímetros y medio de ancho por uno veinticinco de largo.

Jungkook se subió a un extremo del taburete para verlo mejor. Un cable de dos centímetros y medio de largo sobresalía de una de las esquinas y Jungkook supo de inmediato qué era lo que había encontrado Cha Eun Woo. Miró a Kim; ambos estaban atónitos y enojados. Le sorprendía que todavía les afectara algo después de todo lo que habían visto esa tarde.

—Es una cámara.

—Tienes buena vista —comentó Eun Woo—. Es una cámara inalámbrica de alta resolución. —Inclinó ligeramente el receptáculo—. Y además puede reproducir sonidos. Aquí está el micrófono.

—Al muy hijo de puta le gusta mirar —masculló Kim—. ¿Cómo habéis sabido que estaba ahí?

—Eun Woo se ha fijado en que no había polvo en la rejilla —dijo Hoseok con cierto orgullo en la voz—. Buen trabajo.

En el rostro de Eun Woo se dibujó una sonrisa deslumbrante.

—Gracias.

—¿Cuántas cámaras más hay? —preguntó Jungkook, bajándose del taburete.

—Eso mismo nos preguntamos. —Hoseok los condujo de nuevo al salón—. Seguro que no han querido perderse el gran final —dijo, y señaló la rejilla de ventilación que había sobre el escritorio, cuya superficie había quedado despejada al trasladar el ordenador al laboratorio.

—Prueba con esa.

Eun Woo hizo una mueca al esforzarse por alcanzar el conducto de ventilación salpicado de sangre y sesos.

No puedes huir de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora