Capítulo 5

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Lunes, 13 de marzo, 7:40 horas.

«Lee Heechul, seis años y dos meses de edad. Causa de la muerte: asfixia. En los pulmones se han encontrado restos de fibra correspondientes a una almohada de espuma.»

«Mierda.»

Jungkook soltó el informe del forense sobre su mesa de trabajo y se tragó la bilis que se le había subido a la garganta. El cabrón del padre había ahogado a su hijo con una almohada, luego le había roto el cuello y lo había tirado por la escalera para ocultar el crimen. Jungkook apretó los dientes. Encima, la madre del pequeño le había seguido la corriente, y eso aún empeoraba las cosas. Cerró los ojos y tomó aire por la nariz. «Cálmate. No conseguirás hacerle justicia al niño si pierdes los nervios.» Oía la voz de Kim en su cabeza, firme y tranquilizadora, igual que cuando ambos, codo con codo, habían presenciado cómo el forense cerraba la cremallera de la bolsa que contenía el pequeño cadáver el viernes por la noche.

«Caray.» Tragó saliva y frunció los labios; detestaba notar que se le humedecían los ojos.

«Piensa en otra cosa, en cualquier otra cosa.» Pensó en Min Hyo Rin y en Park Jimin. Había cumplido la promesa que le había hecho a Arin y se había centrado solo en Min, en descubrir quién deseaba su muerte. Se había presentado en la asesoría financiera en la que trabajaba la chica para averiguar por dónde solía dejarse caer en su tiempo libre. Se estremeció al reparar en lo inapropiada que resultaba la expresión.

Decidió seguir la pista de los lirios. Seguro que en la tienda recordarían quién había comprado tantas flores, y...

—¿Detective?

La voz que irrumpió sin previo aviso hizo que se levantara de un salto. Al alzar la mirada vio a Park Jimin de pie junto a su mesa con cara de preocupación. El pulso, que había empezado a recuperar su ritmo normal, volvió a acelerársele de golpe y por unos instantes todo cuanto pudo oír fue el bombeo de su propia sangre. El martilleo persistía mientras miraba al chico de arriba abajo.

Ese día iba vestido como un profesional y llevaba un abrigo de color tabaco en el brazo. Había sustituido los vaqueros ajustados y la americana roja de piel por un entallado traje gris marengo que le confería un aspecto más formal. Ya no lucía los rizos rebeldes; se había peinado el pelo y lo llevaba hacía tras, aunque había dejado unos cuantos mechones sueltos para suavizar sus facciones. La única nota de color la proporcionaba una bufanda de roja anudada al cuello. En lugar de las botas lucía unos prácticos mocasines planos muy brillantes. Parecía un modelo de portada vestido de Empresario del Año; de no haber visto el aspecto tan extremado del día anterior no creería posible tal transformación.

La cuestión era que llevara o no indumentaria formal, fuera o no un lagarto calculador, resultara o no sospechoso... al mirarlo se le hacía la boca agua, lo que lo convertía en un hombre peligroso, de los que se miran pero no se tocan, daba igual quiénes fueran sus devotos. Jungkook volvió a levantar la vista hasta cruzarla con la de el.

—Doctor Park, no he oído el timbre del ascensor.

Él había soportado el escrutinio sin pronunciar palabra.

—Es que he subido por la escalera. Detective Jeon, siento molestarle tan temprano —dijo en tono suave—. Esta mañana tengo que pasar consulta y antes quería dejarle esto. No iba a subir, pero el oficial de guardia me ha dicho que estaba en el despacho y me ha hecho pasar.

Alzó un hombro y con expresión irónica añadió:

—Supongo que no ha oído las noticias.

Jungkook señaló la silla que había junto a su mesa.

No puedes huir de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora