Parte 11. Odisea

1.4K 112 7
                                    

Desde el momento mismo que Lauren se subió a la camioneta que la llevaría al aeropuerto, Camila no tuvo vida, había puesto alertas en su móvil de las diferentes horas en las que salían los vuelos y en los que aterrizaban. Habían configurado sus móviles de tal manera que podía ver su ubicación, siempre y cuando estuviera encendido, de esta manera la iba a seguir, al menos para estar segura de que el protocolo se iba cumpliendo sin contratiempos. Así pudo constatar  que a las 8.00 p.m desapareció la señal, lo que indicaba que había puesto el móvil en modo avión, eso significaba que estaba despegando rumbo a París. Se acostó temprano intentando dormir un poco, porque su despertador le iba a sonar a las 3.30 a.m hora local para constatar que había aterrizado en París, que para su chica serían las 9:30 de la mañana. Lauren le había dicho que cada vez que pudiera, le iba a mensajear y ella había estado de acuerdo, pero en su mente ya había tejido el plan de stalkearla con la aplicación de seguimiento de sus teléfonos, sin que ella supiera, -esperaba-.

A las 5:20 mientras se estaba recién levantando para bajar a entrenarse, recibió un mensaje.

 Aterrizamos hace dos horas, pero no quise despertarte.  Todo se ajusta al itinerario.  Te amo, pronto estaré de vuelta.

Jesús! Que así sea! -Rezaba para que esa última frase se hiciera realidad, y hasta que eso no sucediera, no iba a encontrar paz. Inmediatamente le respondió:

Mi corazón está contigo, acompañándote.  Cuídate mucho, por favor.  Te amo más, estaré esperando por ti.

Observó la pantalla unos minutos más, mientras sentía que esto iba a ser más difícil de lo que había creído, pero no lo iba a demostrar, en primer lugar porque seguramente su familia le iba a decir que era una exagerada o, como siempre, que ella dramatiza todo. Y en segundo lugar porque no quería poner en voz sus pensamientos negativos, sentía que al exteriorizarlos era como hacerlos realidad, así que respiró profundo, soltó el aire despacio, y salió de la habitación rumbo al infierno -léase gimnasio-, a sudar la preocupación. Sin rechistar hizo la rutina que le puso Jeremy esa mañana, no pidió minutos de descanso, no le hizo bromas, no lo amenazó con demandarlo, nada; se ejercitó con furia, queriendo que en cada gota de sudor se fueran sus angustias. 

 Mientras se arreglaba, se esforzó al máximo para que su bendita madre no notara su preocupación, así que le siguió la conversación casual que ella le planteó y luego se fue al despacho, a donde llegó con un humor de mierda,  sin embargo, resignada trabajó con la entrega y profesionalismo que solía tener. A las 11:50  recibió un nuevo mensaje.

Ya en el avión.   Pronto me pongo en contacto, de nuevo.  Te amo.

Rápidamente tecleó.

Ten un buen vuelo, amor.  Te amo también.

En seguida revisó el protocolo que le había dado, donde se cercioró que se estaba cumpliendo al pie de la letra, pues decía que saldrían a las 5 p.m de Paris, -es decir las 12:00 p.m de New York -y llegarían a Bamako, la capital de Mali a las 8:41 p.m, hora local, es decir las 5:41 hora de New York, el vuelo duraría un poco más de cinco horas y media pero Mali tiene dos horas menos que Paris.  Esa noche dormirían en Bamako, y en efecto, una vez cumplido el vuelo y llegando al hotel en esa ciudad, su chica le volvió a escribir, reportando que todo estaba bajo control y que la echaba de menos.

Al saber que ya estaba en territorio de Mali, su preocupación aumentó, ya había leído todo lo que había podido sobre la situación de ese territorio y era atemorizante.  A las 2:20 de la mañana, el despertador sonó y ella inmediatamente quedó sentada en la cama y agarró el móvil que seguía sonando en el buró y tecleó:

Divinas leyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora