Parte 19 Litigios

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Ese lunes, Camila llegó a su oficina sintiendo todavía el malestar anímico, pero dispuesta a trabajar dejando de lado las sensaciones negativas mientras encontraba cómo proceder respecto del licenciado Klauss, siendo recibida por Carolyn, con el café habitual y quien le informó que el licenciado Johnson le había pedido que pasara por su oficina, cuando estuviera libre. Cuando su secretaria le leyó la agenda y supo que no tenía citas antes de las once, apuró el café y se dirigió a la oficina de su socio para ver qué sucedía. La recibió con la amabilidad e incluso el cariño de siempre y después de los saludos de rigor, fue directo al grano, preguntándole por los resultados de la convención en Poconos. Ella, con el iPad en mano, lo puso al tanto de los nuevos contratos que firmó a título personal y de los que entrarían al despacho, como grupo, recibiendo la felicitación del hombre y palabras de reconocimiento por su gran desempeño.

-Intenté comunicarme con el licenciado Klauss. -Le explicó. -Y su asistente me dijo que estará en Houston toda la semana. Camila se quedó en silencio, sin saber qué decirle.

-Quería saber cómo le había ido a él y sobre todo saber si logró mejorar el contrato de Lincom. -Siguió diciendo. -La rescisión que buscamos no nos favorece, pero a veces hay que ser drásticos para evitar males mayores.

-En el camino de ida me comentó sobre esa negociación. -Le contestó con simpleza. -Pero después de que llegamos al Kalahari, ya no volvimos a vernos, luego no sé cómo le fue con el CEO de esa empresa. -El licenciado Johnson la miró con agudeza y creyó notar cierto enojo en la explicación que Camila le daba.

-Volvió a señalarte por algo? -Quiso saber. Camila se le quedó mirando por largos segundos, dudando sobre si soltar la información o mejor esperar.

-No, durante el trayecto hablamos sobre las expectativas que teníamos para el fin de semana, únicamente.

-Por qué siento que no me estoy enterado de todo, Licenciada? -Se lo dijo cruzando las manos sobre su escritorio y echando el cuerpo hacia adelante, como si con ganar un par de centímetros de cercanía le ayudara a analizar mejor el lenguaje no verbal de ella.

-Licenciado, me gustaría poder tener una conversación con usted, pero extraoficial. -Se reacomodó en la silla, armándose de valor y lo miró de frente.

-Explícate. -Le pidió el abogado.

-Usted sabe licenciado, que antes que ser socios, usted ha sido mi mentor. -Empezó a decir con algo de nerviosismo. -Y aunque es un tema que toca lo laboral, quiero tener esta conversación con el amigo, no una conversación con el socio, ni con el administrador del bufete.

-Está bien, Camila, te escucho. -Le dijo calmado e indicándole con la mano que podía hablar.

-Esta conversación debe quedar entre nosotros nada más. -Le pidió.

-Desde que me dijiste que es extra oficial, así lo entendí. -Se encogió de hombros.

Entonces Camila le relató que había conocido a Sigmus Fellanord hacía poco más de dos años, porque habían coincidido en tribunales, ya que dentro de un litigio ella era la apoderada de la parte actora en un proceso de reparación directa contra el Estado de New York y él, había hecho parte de ese proceso, representando a un tercero, también víctima de los mismos hechos en que se había visto envuelto su cliente. Cuando dictaron sentencia, a favor de los clientes que ellos representaron, el licenciado Fellanord la había abordado para agradecerle porque sentía que su cliente se había visto beneficiado por el acervo probatorio esgrimido por ella. Le contó que a partir de ahí, habían tenido comunicación intermitente, por lo general, cuando él necesitaba hacerle alguna consulta. Le explicó que el día siguiente de que lo nombraran fiscal del Distrito Sur de Illinois, la había contactado para ofrecerle la venta de su cartera de clientes, que le había enviado por correo electrónico las condiciones de venta, el nombre de los clientes y el precio. Le contó que ella había estudiado de manera juiciosa cada cliente y que todos, sin excepción, eran nombres y cifras importantes, por lo que se había interesado de inmediato, pensando en ingresar esos cuarenta contratos al despacho y no comprarlos ella a título personal. El licenciado quiso saber los nombres de algunos de esos clientes y cuando ella le leyó aleatoriamente algunos, también mostró genuino interés. Le explicó que ella había sido clara con él respecto de que la compra la haría el bufete, pero que por cuestiones de agenda de él, no habían podido reunirse a negociar en la ciudad, entonces él le había pedido que negociaran en Poconos, evento al que ambos estaban invitados. Le explicó que ella había aceptado y agendado la cita para el domingo a la hora del almuerzo y que le había pedido que llevara un margen dentro del que pudieran negociar el precio, sobre todo, porque ella bien sabía que el licenciado Fellanord estaba con el tiempo medido para entregar a los clientes, toda vez que ese miércoles entraba en funciones como fiscal. Le expuso que con ese razonamiento, ella había creído que iba a poder lograr que se bajara en el precio, porque  quedaba limitado de tiempo para hacer una negociación con un bufete nuevo. 

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