10.

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Eddie.

Desperté desconcertado y algo mareado. La sustancia desconocida que corría por mis venas me hacía tener un terrible dolor de cabeza. Abrí los ojos y veía todo borroso, miré el lugar donde estaba. Estaba afuera del tráiler. Intenté pararme pero sentí un dolor insoportable en mis piernas. Manchas de sangre se veían a través de mi pantalón, solté un quejido de dolor al intentar moverme.

Vi el radio que me dió Dustin tirado unos centímetros lejos de mí, me arrastré sintiendo un dolor infernal, mi estómago también dolía. Lo tomé y logré sintonizar la estación, respiré profundamente. —¿Hay alguien? Mierda, esto es un maldito código rojo.

—¿Hola? Es un código rojo, maldición. No puedo mover mis piernas. Esos malditos vinieron por mí. —Suspiré y volví a apretar el botón. —Por favor, me dejaron en mi tráiler y no puedo entrar, mis piernas están jodidas y es mucha sangre. Dios.

—Sí que estoy solo. —Dije, escuché que se sintonizaba el radio. Lo tomé de vuelta. —¿Hola? Quién sea, Mike, Dustin, Robin, Will, El, Lucas, Nancy, Max, joder, quién sea...Steve.

Vaya, moriría aquí. Qué triste. Cerré mis ojos y me quedé tumbado en el suelo. Comencé a llorar del dolor. Cómo pude comencé a arrastrarme, intenté subir al tráiler, pero era inútil. No podía mantenerme de pie. Iba a morir y ni siquiera en mi cama junto a mis pósters de mis bandas favoritas. Por lo menos, iba a morir como siempre me he sentido, solo.

Un auto viniendo a lo lejos me deslumbró con sus luces. Mis ojos ardían, miré al cielo esperando que alguien viniera a rescatarme y de pronto pensé en mi tío. Iba a verlo mañana y ahora pensará que nunca fuí a verlo. Pensará que no me importó. Y no es así, es lo único que tengo en el mundo, mi única razón para quedarme con vida. Y ahora estaba completamente solo.

Llorando, intenté una vez más subir, pero no lo logré. Cerré mis ojos, lloraba desconsoladamente, cuando el sonido del auto se hizo más fuerte. Frenó a unos metros de mí.  Yo asustado de que me hicieran más daño, me arrastré, alcancé a tomar una piedra. No tenía nada más con que defenderme. Miré aquella silueta que bajaba del auto, esperaba que bajaran más personas, pero era una sola. Yo aún desconfiado no solté la piedra de mi mano. Cuando se acercó más, le lancé la piedra y le di en un hombro. Vaya mierda de puntería.

Se apresuró hasta donde estaba yo, cerré mis ojos con fuerza. Tenía miedo. Mucho miedo. —Por favor, no sé por qué hacen esto, pero déjenme en paz. Si voy a morir, déjenme morir aquí.

—Eddie, Eddie está bien, soy yo. —Se acercó aún más y pude ver su rostro. Era Steve. Solté un suspiro largo. Sonreí y mi estómago dolía. Solté un quejido e hice una mueca de dolor. —Escuché lo que estabas diciendo, y debes saber que no estás solo. Los demás no vinieron porque yo les pedí que se cuidaran.

—Dios, Steve, pensé que venías a hacerme daño. Bueno, más bien pensé que eras uno de ellos, es que no te ví bien y yo...Agh. —Solté un quejido en voz alta al intentar pararme. Steve observó mis piernas. Rápidamente se puso a un lado de mí, me tomó con cuidado y me abrazó delicadamente. Me cargó como recién casados, me levantó en sus brazos y yo solté varios quejidos de dolor.

—Estarás bien, Eddie, vas a estar bien. —Steve decía, yo seguía sintiendo un dolor incontrolable. Me sentía en el mismísimo infierno. Steve abrió la puerta del tráiler y nos adentramos. Steve me miraba realmente preocupado. —¿Dónde es tu habitación?

—En el fondo... —Apenas podía pronunciar palabras, sentía que me faltaba el aire. Steve se dirigió conmigo en brazos hasta mi habitación. Me recostó lentamente mientras yo soltaba quejidos. —Steve, hay un... botiquín en el baño, ¿podrías ir a buscarlo? Mis piernas duelen y me arden bastante las heridas.

—Claro, solo espera aquí. —Steve salió de la habitación en busca del botiquín, yo suspiré lentamente, no podía respirar bien. Sentía un dolor en el estómago. Steve llegó rápido a mi habitación, él comenzó a desabrochar mi pantalón. Yo me quedé mirando justo en sus ojos. —Tengo que quitarte esto para poder curarte. Solo lo haré con cuidado, trataré de no lastimarte.

—Está bien. —Steve bajó mi pantalón, yo le ayudé levantándome un poco para poder dejarlo deslizarse, puse mi peso sobre mis codos y maldecía entre dientes. Observé mis piernas, tenía varios raspones, partes con hematomas recién formados, también había sangre que escurría de mi muslo para abajo llegando a mis pantorrillas. Suspiré. —Qué malditos.

—Eddie...esto puede doler un poco. —Steve limpiaba con cuidado mis heridas con al alcohol. Mi respiración aumentaba conforme pasaba el algodón sobre mis heridas. Dolía como los mil demonios. Después presionó mis heridas por unos segundos para detener el sangrado. Tomó unas vendas que habían y comenzó a colocarlas alrededor de la herida. Hacía el mismo procedimiento con las demás. Yo lo miraba atentamente.

—Ahí, duele. —Steve ponía la última venda en mi pierna. Estaba justo abajo de mi ingle. Dolía bastante. Steve me miró con el ceño fruncido y yo lo fruncí también. —¿Qué me pasó ahí?

—Tienes una cortada larga. Parece hecha con algo filoso.

—Uno de ellos traía una navaja.

—Bueno, quizá fué la misma con la que hirieron a tu tío.

—Puede ser. —Me tumbé en la cama y respiré hondo. Mi poca tranquilidad se interrumpió por el peso de Steve en mi pierna. Miré hacía abajo y vi que hacía algo con su boca pero no podía ver por su cabello despeinado. —¡Mierda, Steve, ¿qué carajos haces?! ¡Este no es momento para romanticismo!

—Cállate, intento apretar la venda. —Yo reí y luego puse mi mano sobre mi estómago. Dolía. Steve me miró, terminó de poner la venda y mis ojos se quedaron fijamente en los suyos. —¿Te duele ahí?

—Mi estómago, no sé qué me pasó ahí. —Steve me sentó con cuidado mientras yo me quejaba del dolor. Quitó mi playera. Yo lo miré, vaya que éramos buenos amigos. Me había salvado la vida y también la de mi tío. Diablos, ¿por qué tienes que gustarme tanto, Harrington?

—Edds, tienes varios moretones. Ésta parte está herida e hinchada. —Yo lo miré sin creerlo. Ahora mismo no me importaba el dolor. Steve Harrington me había puesto un apodo. "Edds", simple pero lindo. Yo sonreí con las fuerzas que me quedaban.

—¿Me dijiste Edds? Qué ternura, Harrington.

—Okay, Eddie, perdiste sangre y por eso imaginas cosas. —Yo sonreí aún más.

—No estoy imaginando nada. Por favor, Steve solo acepta que me pusiste un apodo y ya. No tiene nada de malo. —Steve suspiró.

—Okay, sí, te puse un apodo.

—Me gusta cómo suena viniendo de tu boca. "Edds". Es lindo.

—Sí, conmovedor. Ahora, vamos a ponerte algo en estos moretones. Tengo una crema buena para esto. La compré un día que tuve una pelea y me ayudó bastante. —Steve fue por la crema y yo seguía soñando despierto con ese apodo.

—¿Quién ganó? —Pregunté curioso en cuanto regresó Steve. Steve me miró con algo de enojo. Yo reí. —Por esos ojos, opino que perdiste.

—Sí, perdí. Pero gané una pelea.

—Dustin lo mencionó. Parece que la única pelea que ganaste, fue con el ruso.

—Serán dos peleas ganadas si no te callas.

—Claro, te aprovechas porque estoy débil. Pero sé que te ganaría.

—¿En serio crees eso?

—Sí.

—Mejor cállate, Munson. No hagas esfuerzos.

—¿Y si no me callo?

—Haré que te calles.

—A ver, cállame.

Steve me miró, se acercó a mi rostro, yo cerré los ojos imaginando sentir los suyos en los míos pero sentí un pedazo de cinta adhesiva que Steve puso en mi boca. Abrí los ojos y retiré la cinta de mi boca. Lo miré de mala manera mientras él reía.

—Algún día me la pagarás. Yo mantendré tu boca cerrada con cinta algún día. —Steve se puso rojo de la risa y yo sonreí. Steve podía ser un tonto, pero quería que fuera MÍ tonto.

Y sé que algún día lo será.

"Dos diferentes tipos de azul"  Steddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora