11.

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Steve.

—Síguete riendo, Munson. —Eddie reía mientras yo le contaba las peleas en las que estuve y como no fuí exitoso en las anteriores. Yo intentaba esconder mi sonrisa, el verlo sonreír me hizo sentir que mis latidos se aceleraban. Sentí algo en mi estómago. Algo que ya había sentido antes, pero ahora con más intensidad. Las malditas mariposas del amor.

No puede ser, es imposible. Yo no era gay, no tenía sentimientos hacia Eddie, claro que no. O por lo menos yo elegía creer que no. —Oye, Steve, te quedaste callado. ¿Estás bien?

Asentí con la cabeza. —Solo estoy pensando.

—¿En quién piensas y por qué no en mí?

Rodé los ojos ante ese comentario, si tan solo supiera que en mi mente vive sin pagar renta. Vaya sujeto. —¿Cómo sabes tú que no pienso en ti?

—¿Piensas en mí? —Mierda, ¿lo dije o lo pensé?

—A veces, solo pienso en quién te haría daño, pienso en ti por la situación, ya sabes. Solo por eso. Y porque somos amigos, pero de manera normal. Obviamente, no habría otra razón. Somos amigos, bueno, hemos convivido poco pero sabemos cosas el uno del otro. Aunque no creo que tantas cosas y yo... ¿Qué tanto me miras? ¿Acaso tengo algo en la cara?

—Sí, una belleza angelical. —Eddie sonrió mientras observaba cada parte de mi rostro. Yo me sonrojé un poco, en realidad tenía unos ojos imponentes. Bastante...no sé cómo describirlos. Eran profundos, pero podía saber perfectamente lo que pensaba. Y creo que yo pensaba en lo mismo. Se sentó en la cama haciendo gestos de dolor, yo me acerqué a su rostro lentamente.

—Nunca había visto tus ojos.

—Bueno, pues tengo un par.

—Eso ya lo sé, tonto. —Ambos reímos. Dejamos de reír y Eddie miró mis labios. Relamió los suyos sin dejar de verme. Miró a mis ojos. Yo sentí que mi corazón iba a explotar. Sentí escalofríos recorriendo mi espalda. Su mirada era tan profunda que podría hundirme en sus ojos.

—Steve...—Miró mis ojos y luego mis labios. Yo imité su acción. Me acerqué más, cómo si tuviera un imán hacia él que no me dejaba alejarme. Eddie puso su mano en mi mejilla. Yo cerré los ojos ante su tacto. Los abrí lentamente y noté que mi nariz y la de Eddie rozaban. ¿Realmente iba a pasar esto? ¿Realmente íbamos a besarnos?

—Está bien si no quieres. —Susurró Eddie en mis labios, yo negué lentamente. Sonreí.

—Solo cállate y bésame ya. —Eddie sonrió y yo cerré mis ojos. Me dejé llevar. Sus labios impactaron los míos. Yo le correspondí el beso, seguí en una guerra de bocas esperando ser reclamadas. El beso era dulce, inocente. Se sentía como el primer beso. Y lo era.

Era mi primer beso con un chico, y eso se sentía jodidamente bien. Sentí mi corazón explotar lleno de felicidad. Mi piel se erizó. Nuestros labios se fusionaron, somos si fuéramos uno solo. Ambos nos tomamos de la nuca, profundizando el beso. Yo me incliné sobre Eddie, abiendo paso con mi lengua en su boca. Él soltó un leve gemido, no sé si era de dolor o por el beso, pero continúe al sentir que seguía adelante con el beso.

Nos besamos por un rato, sin detenernos, hasta que nos separamos por falta de aire. Respiramos agitados, Eddie abrió sus ojos y vió los míos. Y su sonrisa se asomó en su cara, esa jodida sonrisa era perfecta. Y yo sonreí igual. Soltamos una risa traviesa y ambos nos quedamos en su cama.

Me recosté a un lado de él, él se acurrucó en mi pecho, yo no sabía bien qué hacer o decir, así que puse mis dedos en su cabello, comencé a rascar su cabeza con movimientos lentos, para relajarlo.

Duré un buen rato así. Mientras, Eddie y yo hablábamos de cómo había descubierto su gusto por los chicos. —Créeme, yo siempre me había fijado más en los chicos, algo me atraía de ellos. No sé, sus ojos, su cabello, sus maneras de ser, sus gustos, el cómo se ven distraídos, peleando, bebiendo, me gustan los chicos. Pero no cualquier chico, también tengo mis estándares.

Yo reí ante eso. —¿Y quién te gusta ahora?

—Es alguien que estuvo antes en mi vida. No lo conoces.

—¿Ah sí? ¿Y si te gusta por qué me besaste?

—Porque tú me lo pediste. —Auch, eso dolió. Pero tenía razón, yo se lo pedí. Porque sus ojos, sus labios, su cuerpo me lo pedía. Ambos queríamos.

—¿Y quién es ese chico?

—Su nombre es Daniel.

—¿Daniel?

—Daniel Bower.

—¿Acaso él no es el chico que se graduó el año pasado? Iba en mi clase.

—Sí, pues estuvimos hablando. Me dejó notas en mi casillero, nos encontrábamos por el Lago Lovers, ahí nos besábamos. Estuvimos juntos durante dos meses, después rompimos porque tenía que irse de Hawkings. Y ahora va a venir a verme, hemos hablando últimamente por teléfono, solo que como no pudimos pagarlo, no puedo llamarle.

—Así que el sucio Dan fué tu novio. —Eddie me miró de mala manera. Yo reí. —¿Qué? Ese apodo lo pusimos porque siempre que salíamos de la práctica de basketball, olía mal. Y siempre estaba sucio.

—Conmigo nunca fué así. Y aún si así fuera, cuando quieres a alguien, realmente no importa eso. Ni lo que piensen los demás.

—¿Tú lo amaste?

—Nunca he sentido algo tan fuerte como el amor, pero creo que puedo llegar a sentirlo. Solo que...con la persona indicada. —Se removió y me miró justo en los ojos. Yo caí en cuenta, tenía mi ceño fruncido cada que hablaba de Daniel. Y él solo reía imitándome. Yo me crucé de brazos y él rió aún más. Duramos rato hablando así, yo le hacía burla y él solo me decía que no me burlara.

Caímos dormidos, rendidos en su cama. Ambos abrazándonos fuertemente, yo claro sin lastimar a Eddie, quién dormía plácidamente entre mis brazos.

"Dos diferentes tipos de azul"  Steddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora