Capítulo 22: Los Tres Mosqueteros

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Me encontraba solo en el gimnasio de la secundaria. Mi primer día de clases había sido una mierda. No era suficiente todo lo que había soportado desde el año pasado, ahora también tenía que lidiar con el hecho de que la mayoría de mis antiguos compañeros se habían transferido a otra escuela.

Sequé mis lágrimas con la camiseta, le había prometido a Gaby que ya no lloraría.

—Vaya vida de mierda la mía... —murmuré.

Unos pasos acelerados rompieron el silencio del lugar, alguien entró corriendo y terminó por esconderse atrás de las bancas frente a mí. Varias voces se escuchaban corriendo detrás y terminaron entrando al salón también. Rápidamente, le di vuelta a mi gorra para taparme el rostro y me recosté en la banca, no quería que alguien viera mis ojos llorosos.

—Corre rápido la bola de carne esa —mencionó uno de ellos.

—¡Ven chanchito, chanchito, chanchito! —comenzó a gritar otro.

—¡Aquí estás! —dijo el tercero, sacando de su escondite a un niño bastante gordo—. Veamos a donde llega tu calzoncillo esta vez.

Su voz se me hacía un tanto familiar, pero no podía distinguirla

—¿Luka? —murmuré, en cuanto reconocí al idiota.

—¡No, no, no! Porfa, chicos. Es el tercero esta semana —rogó el gordito.

—Pues... Yo acabo de apostar diez dólares a que te lo llego a la cabeza, así que te aguantas. ¡Sujétenlo de los brazos! —ordenó el rubio.

—¡Luka, por favor! —gritó de nuevo el niño, esta vez con lágrimas en los ojos.

Apreté los puños frustrado. Era horrible ver como una persona se aprovechaba de otra solo por diversión, pero no podía andarme metiendo en problemas ajenos en el primer día de clases... Menos con Lucas. La última vez que le había hecho frente, fui expulsado de la primaria y tuve que repetir el año.

«¿Qué diría Gaby si estuviera conmigo ahora?», pensé rechinando los dientes.

—Debes arreglar las cosas como el hombrecito que eres... —sus palabras resonaron en mi mente.

No podía quedarme de brazos cruzados viendo como le hacían bullying a un niño, tenía que hacer algo, aunque volvieran a expulsarme. Yo también había estado en los zapatos del gordito y no iba a dejar que siguieran molestándolo de esa forma... No mientras yo estuviera ahí. Eso es lo que Gaby hubiera querido que hiciera.

Sequé mis ojos una vez más y me levanté del asiento furioso, bajé corriendo de las bancas y le di vuelta a la gorra para dejar ver mi rostro. Me coloqué justo detrás de los brabucones, respiré hondo y hablé lo más fuerte que pude:

—¡Ya déjenlo, pedazos de imbéciles! —grité interrumpiéndolos, antes de que siguieran halando su calzoncillo.

—¡¿Qué dijiste?! —gritó Luka, para luego abrir los ojos sorprendido al verme—. Pero que tenemos aquí... Es la mierda que habla: Dany Popotter. —Sus amigos empezaron a reír—. ¿Otra vez vienes a hacerte el hombrecito?

—Deja de molestarlo —gruñí.

—¿O qué? —preguntó riéndose.

—¡O vuelvo a romperte la cara!

—Inténtalo... —dijo Lucas, señalando su rostro con un dedo.

Su vista se clavó en mis ojos a medida que se acercaba, volteé el rostro en cuanto noté lo que observaba.

—Estabas... ¡¿Estabas llorando?! —preguntó, soltando una carcajada—. ¡No me digas que llorabas por la puta de tu hermana!

Un dolor estrujó mi pecho, no iba a dejar que hablara de Gaby de esa forma. Apreté mis puños con rabia y lancé un golpe con dirigiéndome al rostro de Luka. Como si fuera instinto, él hizo su cuerpo hacia atrás esquivando el puñetazo y logrando que perdiera el equilibrio haciéndome caer de rodillas. Una patada terminó por tumbarme al suelo.

Inmaduro Amor Ocasional Donde viven las historias. Descúbrelo ahora