Me encontraba comiéndome las uñas afuera de la casa de Alex. Ya había tocado la puerta, pero nadie respondía. Nunca había estado en su casa a solas, pero la teoría del caos me enseñó que todo podía salir mal si existía la posibilidad.
Repentinamente, la manecilla de la puerta se movió y Alex abrió para recibirme con un fuerte abrazo. Se encontraba vestida con un lindo short celeste y una camisa a cuadros que la hacían ver adorable. Sin duda alguna, era la niña más linda de todo Richtown.
—¡Entra! —dijo, tomándome de la mano.
Alex cerró la puerta con llave e inicio a caminar con dirección hacia las escaleras. Algo no cuadraba bien. El comedor y la sala se encontraban en el primer nivel, solamente los dormitorios estaban en la segunda planta. Las palabras que Josh dijo en la tarde resonaron en mi cabeza, esto no iba por buen rumbo.
—Uhm... Alex... ¿No sería mejor si estudiamos en el comedor?, digo... para tener una mesa y...
—¡No te preocupes! —interrumpió, mientras subíamos las escaleras—. Ya tengo todo listo en mi cuarto para nosotros dos.
Al escuchar esa frase, el corazón me empezó a correr por todo el cuerpo. Sentía como llegaba a mi garganta y luego descendía de nuevo hacia mi pecho. Tragué un poco de saliva para tratar de deshacer el nudo que se había formado, la situación era demasiado intensa para mi deficiente sistema circulatorio.
Josh tenía razón, dolía admitirlo, pero tenía razón. Debí haberle hecho caso y esperar hasta tener preservativos listos. Ahora estaba metido en una guerra sin municiones.
Alex cruzó el pasillo hasta llegar a la puerta de su habitación, el característico letrero de «¡No pasar!» colgaba de la madera. Noté que no emanaba ninguna luz por debajo de la rendija de la puerta, algo que solo lograba hacer que mi mente volara con mayor altitud. ¿Por qué no tenía la luz de su cuarto encendida? ¿Acaso estaba intentando ocultar algo? Tal vez Alex era sadomasoquista... Digo, si la vestíamos correctamente, ella ya tenía el estilo de chica gótica amante de la sangre y el cuero. Lo último que quería esa noche era parar envuelto en un «cincuenta sombras de Alexandra».
Regresé la mirada hacia la pelirroja quien, ignorando por completo mi cara de angustia, abrió la puerta de golpe y encendió la luz de su habitación. Mis pensamientos estúpidos se esfumaron al instante. Todo al rededor se miraba tranquilo, ninguna cuerda o cadena colgaba por ningún lado. Sin querer dejé escapar un suspiro lo suficientemente fuerte para que Alex lo escuchara.
—¿Pasa algo? —preguntó.
—No... Nada, no te preocupes.
Treté de sonreír para que no notara mi pena.
—Toma asiento —indicó, señalando hacia una pequeña mesa que estaba cerca de su cama.
Varios libros, hojas y cuadernos se encontraban dispersos sobre la superficie. Como había dicho, Alex había preparado todo para nosotros dos. Sin dudarlo, tomé asiento y bajé mi mochila al suelo para empezar a sacar mis cosas. Ella se sentó al otro lado de la mesa utilizando el borde de su cama como asiento, cogió uno de los lapiceros de su cartuchera y fijó su mirada en mí.
—Te ves muy linda... —murmuré, era inevitable para mí no decirlo.
—¡Cállate! —gritó Alex, sus mejillas se habían ruborizado por completo—. Vinimos a estudiar, no a coquetear.
«Haberlo dicho antes...», pensé.
Tomé mi libro de álgebra y lo situé en la página correspondiente, ya teníamos todo lo necesario para iniciar con la tutoría.
—¿Lista? —pregunté, ella asintió con su cabeza—. Entonces dime... ¿Qué dudas tienes?
Alex cogió aire para empezar a explicarse.
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Inmaduro Amor Ocasional
Jugendliteratur¿Eres capaz de quitar tu mascara y mostrar tus heridas? Daniel Ashton no ha tenido la vida perfecta que un adolescente desearía. Existen momentos dolorosos que lo han hecho sufrir desde pequeño y, aunque trata de ser el chico divertido de siempre, é...