Capítulo 42: Ilusiones de un Corazón Roto

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Luego de la inesperada visita de Trevor, sufrí una crisis emocional que duró varios días. No pensaba perdonarlo por lo que había hecho, pero busqué la manera de que esa situación no me afectara de nuevo. Alex y los chicos también colaboraron para que yo pudiera reponerme lo antes posible. Para cuando llegó el día del campamento, mi estabilidad emocional se había restaurado y estaba listo para partir hacia el bosque junto a mis amigos.

Los tres nos subimos a mi automóvil y manejamos durante horas haciendo paradas estratégicas para disfrutar del viaje. El bosque más cercano estaba a varios kilómetros de distancia, así que teníamos que recorrer un largo camino. Cuando al fin llegamos al lugar, el sol ya se observaba cayendo por el horizonte por lo que no tardamos en ponernos manos a la obra para colgar la tienda de campar, encender la fogata y preparar todo para la cena.

Las cosas estaban saliendo de maravilla. Incluso logramos cantar a todo pulmón la canción «What's Up» con mi guitarra acústica, una tradición que llevábamos varios años realizando. Lastimosamente, la diversión nos duró poco. A Josh le bastaron menos de veinticuatro horas para arruinarlo todo. Ese había sido un nuevo récord para él, ya no sabía si enojarme o felicitarlo por el logro.

Comprendo que no todo el mundo sepa que no se debe de olvidar el papel higiénico cuando se va al baño en exteriores, pero tampoco vas por la vida decidiendo limpiarte el trasero con las hojas del primer arbusto que encuentras. Ahora teníamos a un Josh muriéndose de la urticaria en el asiento trasero del automóvil, era un viaje sin escalas a la emergencia del hospital más cercano. Irónicamente, ese se encontraba en Richtown. Mi vida parecía una comedia con risas pre-grabadas.

Al final, ni siquiera nos dio tiempo de disfrutar de la naturaleza. Lo más interesante del viaje había sido descubrir que Miguel tenía novia. Lo sé... Difícil de creer, ¿verdad? Más considerando que esta vez no se trataba de una broma pesada de parte de Ashley o de un hombre haciéndose pasar por chica en un videojuego; se trataba de una persona real, una de carne y hueso. O bueno... Casi.

Resulta que Miguel llevaba un par de semanas envuelto en una extraña relación virtual con Melissa, su antigua rival. Al parecer, el dicho de que «del odio al amor hay un solo paso» era más cierto de lo que imaginaba. Tendré que disculparme con mi abuela por no haberle creído cuándo lo decía.

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—¡Hola! —grité, en cuanto entré a mi casa.

Las cosas en el hospital se habían resuelto rápido así que había logrado regresar para antes de almuerzo.

—¿Dany? ¿Eres tú? —respondió mi mamá desde la cocina—. Que rápido regresaste, creí que volvían hasta mañana.

—Lo sé... Es una larga historia.

—Me hubieras avisado, no preparé comida para ti.

—No te preocupes, ma'. No pude marcarte porque no tenía servicio—dije, mientras dejaba mis maletas reposando en el sillón de la sala para luego regresar hacia la puerta principal—, tampoco he hablado con Alex así que mejor iré a verla a su casa.

—¡Claro! Para la novia si tiene tiempo el niño.

—¡No seas celosa! —bromeé, antes de cerrar la puerta e iniciar a correr a toda velocidad por el vecindario.

Tenía el extraño deseo de sorprender a Alex de alguna forma, pensaba que era buena idea aparecer sin avisar e invitarla a comer o llevarla a tomar un café. Mi estómago rugía de solo pensarlo, cuando tienes hambre cualquier cosa te parece bien.

En cuanto llegué a la casa de Alex, la señora Williams me recibió en la puerta. Pregunté por la pelirroja, pero ésta no se encontraba en casa al momento; había salido a tomar un café con Jenni.

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