Capítulo 28: Las Cosas Cambian

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Lagrimas recorrían mis mejillas mientras Dany daba la vuelta y emprendía su marcha dirigiéndose hacia su automóvil. Mis manos intentaron detenerlo, pero algo me gritaba que no lo hiciera. Tenía miedo de que reaccionara de la misma forma como lo hizo cuando traté de ayudarlo. Ni siquiera se dignó en regresar la mirada, simplemente subió a su auto y, sin importarle nada, pisó el acelerador dejándome atrás en medio del bosque.

Sin pensarlo, me dejé caer de rodillas al suelo. Sutilmente, frotaba con mis dedos el lugar que Dany había golpeado hace un momento. Sentía como si algo en mi interior se hubiera roto, una sensación de angustia estrujaba mi pecho y mis ojos ardían en lágrimas mientras trataba de comprender lo que había pasado.

Esperé durante unos minutos hasta que decidí levantarme y secar mis lágrimas, el sol no tardaba en caer y tenía miedo de estar sola en ese lugar de noche. Inmediatamente, saqué mi celular y llamé a mi madre quien no tardó en contestar.

—¿Aló? ¿Alex?

—Hola, mami... —Traté de sonar lo más neutra posible, no quería que se preocupara.

—¿Estás bien?

No es fácil engañar a una madre.

—Si... No te preocupes, ¿puedes venir por mí a la pista?

—Claro cielo, ¿qué pasó con Dany?

Eso quisiera saber yo...

—Tuvo una emergencia —mentí, no iba a poner a mi madre en contra de Dany sin siquiera darle una oportunidad de explicarse.

—Bueno... Ahorita salgo para allá.

—Gracias... —murmuré, para luego colgar la llamada.

Mi madre no tardó en aparecer, subí al auto y, tratando de no hacer contacto visual con ella, recosté mi cabeza en la ventana. El atardecer pintaba de naranja todo el horizonte haciéndome divagar en preguntas. ¿Por qué se enojaría tanto conmigo? Solo trataba de mostrarle algo que era especial para mí. Si hubiera sabido que se comportaría así, no lo hubiera invitado a las carreras en primer lugar.

Suspiré profundamente. ¿A qué clase de novio no le importaba dejar a su chica tirada en medio de la nada? Esa pregunta hizo que mi corazón se estrujara de nuevo, mordí mi labio inferior tratando de no romper en llanto frente a mi madre quien me observaba desde lejos. Misteriosamente, evitó hacer preguntas al respecto.

En cuanto llegamos a la casa, inmediatamente bajé del carro y salí corriendo hacia mi cuarto para abalanzarme sobre mi cama y empezar a llorar. Abracé la almohada contra mi rostro dejando que mis lágrimas la bañaran por completo y de esta forma evitar ser escuchada, una costumbre que había desarrollado desde pequeña en Lendsburg. Mi mente no dejaba de formularse un millón de preguntas con respecto a lo que había sucedido, incluso llegué a pensar que tal vez Dany no sentía lo mismo que yo, era la única explicación lógica que encontraba. Si no quieres a alguien, no te importa lastimarla.

Revisé mi celular con esperanza de ver algún mensaje de Dany, pero nada, ni una disculpa ni alguna explicación... Nada. Puse el teléfono en mi pecho y, entre lágrimas que siguieron recorriendo mis mejillas, mis parpados empezaron a sentirse pesados hasta que finalmente caí rendida ante el cansancio.

A la mañana siguiente, desperté con la misma ilusión que antes de dormir, pero mi motivación solo sirvió para recibir una bofetada de realidad. Las cosas seguían igual, ni una llamada ni un mensaje. ¿Acaso no valía nada para él? ¿Tan poco le importaba? Mi cabeza no paraba de darle miles de vueltas al asunto y, aunque moría de ganas por escribirle, el orgullo no me permitía hacerlo.

Finalmente, llegó lunes por la mañana y mi madre, como es costumbre, tocó a mi puerta para despertarme. Mis ánimos estaban por los suelos, había pasado encerrada todo el fin de semana y unas bolsas oscuras se marcaban a la perfección debajo de mis ojos. No había dormido bien estos últimos días y me sentía estúpida por ello. Todo el fin de semana la pasé sufriendo por alguien que ni siquiera se dignó en mandar un mensaje, mi tristeza terminó por convertirse en odio y, a menos que Dany se haya fracturado los dedos de ambas manos o le hubieran arrancado la lengua de un tajo, no pensaba perdonarlo.

Inmaduro Amor Ocasional Donde viven las historias. Descúbrelo ahora