En algún lugar en la Toscana, se cruzan dos personas - una extraviada y otra que aprovecha un mes de libertad. Sin responsabilidades. Sin expectativas. Sin juicios. Sólo ellos y el campo.
¿Será ésta la escapada que tanto anhelan o un desastre a pun...
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Cuando volvimos al hotel, Charles y yo encontramos a Milo y Elliana de pie frente a la puerta de mi habitación de hotel, ambos sentados en el suelo. Tan pronto como me vieron, Milo se puso de pie con las manos en las caderas.
—¡Por fin! Hemos estado esperando años —Se quejó, pero sabía que estaba mintiendo porque si hubieran estado esperando tanto tiempo, cualquiera de ellos me habría llamado.
—¿Qué están haciendo aquí? —Pregunté mientras abría la puerta y me siguieron.
—Vamos a salir —Dijo Elliana, aplaudiendo con una sonrisa brillante en la cara. Compartí una mirada con Charles, que estaba curiosamente, también sonriendo—. Charles ya lo sabe, así que no sirve de nada decir que no.
—Te van a reconocer —Dije, preocupada de despertarme mañana con fotos de él en un club conmigo. Milo y Elliana estarían allí, pero me temo que Chiara podría manipularlo.
Antes de que Charles pudiera responder, Milo entró y agarró su brazo, sacándolo de la habitación.
—Lo tenemos cubierto. Tienes treinta minutos para prepararte —Dijo apresuradamente antes de arrastrar a Charles, que solo me sonrió a cambio, levantando los hombros.
Cuando la puerta se cerró, Elliana me llevó a mi armario y empezó a revisar mi ropa. ¿Qué pasa con estos dos y agarrar de la gente? En diez minutos, Elliana había logrado completar un atuendo con pantalones de cuero negro y un top de corsé a juego que usaría debajo de una chaqueta negra. Me quedé con las botas negras que ya llevaba puestas y me puse algunas joyas de oro. Con los veinte minutos restantes, me puse un poco de delineador de ojos y sombra de ojos para que coincida con el aspecto antes de peinarme el pelo en un moño desordenado.
—Te ves sexy —Dijo Elliana mientras ambas comprobábamos nuestros atuendos en el espejo. Ella llevaba un vestido verde esmeralda sin tirantes junto con botas negras y le presté la chaqueta de cuero que llevaba antes.
—Tú también —Sonreí, arreglando los pocos mechones de pelo que bajé para enmarcar mi cara. Un golpe a la puerta nos dijo que Milo y Charles estaban listos para ir y Elliana siguió adelante para abrirlo mientras agarraba mi bolso.
—¡Val, ven aquí! —Elliana gritó mientras yo comprobaba si me olvidaba algo.
—Solo un minuto —Respondí cuando había guardado todas mis cosas importantes en la caja fuerte—. ¿Los chicos rea-?
Dios mío.
Charles llevaba vaqueros oscuros junto con una sudadera blanca que estaba debajo de una chaqueta de jean. Tenía su característico reloj azul Richard Mille en la muñeca izquierda, mientras que en la derecha tenía muchas pulseras. Mi ojo atrapó el anillo Oura negro que llevaba, haciendo juego con el que tenía en mi dedo índice. Se veía muy biencon su atuendo, pero eso no fue lo que me hizo detenerme en seco.