En algún lugar en la Toscana, se cruzan dos personas - una extraviada y otra que aprovecha un mes de libertad. Sin responsabilidades. Sin expectativas. Sin juicios. Sólo ellos y el campo.
¿Será ésta la escapada que tanto anhelan o un desastre a pun...
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No sabía qué hacer.
El pensamiento de hoy no salía de mi cabeza. Mi mente se sentía como una niebla mientras me estaba preparando para ir al bar para celebrar el final del Gran Premio de Mónaco, Milo teniendo que chasquear los dedos frente a mi cara cuando desconecté demasiado tiempo.
¿Cómo se suponía que debía reaccionar sabiendo que me enamoré de un chico al que le he dado todas las oportunidades de elegirme, pero no lo ha hecho?
Mierda. Mierda. Mierda.
Actualmente estábamos en la fiesta en Mónaco, el club estaba lleno de invitados y casi todos los pilotos estaban aquí, excepto Kevin, Checo y Sebastian. El ambiente era estimulante mientras todo el mundo celebraba al conductor de Mónaco, que era la estrella de la noche. Chiara estaba sorprendentemente ausente de su lado después de llegar juntos mientras Charles se encontraba entre Pierre y Lando. Los tres estaban cantando junto a la música, sosteniendo botellas de alcohol.
Estaba de pie junto a una de las esquinas del club, no estaba de humor para beber y salir de fiesta. Solo he tomado un vaso y ni siquiera lo he terminado, a lo que Milo frunció el ceño. Siguió mirándome para asegurarse de que estaba bien, pero solo le movía la mano quitándole importancia.
Desde el lado de Lando, Luisa me vio y comenzó a avanzar hacia mí.
—¿Por qué estás aquí de pie? —Preguntó, apoyándose en la pared a mi lado mientras se abanicaba con la mano.
Me encogí de hombros y le di una pequeña sonrisa.
—Realmente no estoy de humor para una fiesta —Dije y me sorprendió cuando estallaron gritos del grupo cuando Pierre comenzó a verter alcohol en la boca de Lando directamente desde la botella—. Estoy bien aquí. Deberías ir antes de que Lando se desmaye —Luisa se rió antes de tocarme el hombro y volver al grupo.
Unos minutos más tarde, decidí salir, ya que no estaba haciendo mucho, más que enfurruñarme. Tomé toda mi bebida y me acerqué a Milo, que estaba conversando con Max. Se suponía que Kelly también debía estar aquí, pero tenía que cuidar de su hija, así que Max solo pasó a saludar.
—Me voy a casa —Dije, inclinándome para besar la mejilla de Milo—. Di adiós a los chicos por mí, ¿sí?
—Cariño, ¿estás segura? —Me preguntó, agarrándome el brazo con una mirada preocupada en la cara.
Asentí con la cabeza y le ofrecí una sonrisa para mostrar que estaba bien cuando, de hecho, no lo estaba. —Voy a tomar un taxi para volver al hotel.
—Puedo llevarte —Max dijo, sacando las llaves de su bolsillo—. No bebí y estaba planeando en irme también.
Dando un último abrazo a Milo, seguí a Max fuera del club y hacia el estacionamiento donde estaba su Aston Martin negro. Estuve en silencio durante los primeros minutos del viaje, observando las calles por las que pasamos por las ventanas. Max no hablaba también y cada vez que lo hacía, hablábamos de Kelly.