Artículo 25: Las pesadillas son indicios de traumas vividos. Solo si estás preparada debes hablar de aquello.
Leah
— Buenos días preciosa. – Tom deja un beso en mis labios. — ¿Cómo dormiste?
— Mmm... Excelente.
— ¿Seré yo el motivo de tal excelencia?
— Puede ser. – suelto entre risas. Sus manos me agarran de la cintura y me voltea, quedando encima de mí.
— ¿Quién más que yo?
— Nadie más. Te quiero mi lord.
De un momento a otro, la confianza al tacto se convierte en desesperación, cómo presintiendo un mal augurio.
— ¿Me extrañaste cuchurrumina? – dejo de respirar cuando la cara de Tom se transforma. Ahora ya no lo veo a él y eso me pone los pelos de punta.
No, no, no, no.
— ¿Hunter? – siento un escalofrío cuando sus manos comienzan a pasearse por mi cuerpo. – ¿Q-qué estás haciendo aquí?
— ¿De verdad pensaste que me iría sin reclamar lo que es mío? – cierro los ojos cuando pasa su lengua por mi cuello. No puedo moverme, ni tampoco gritar. Solo puedo sentir cómo me toca con un deseo que me provoca repudio.
— Yo no te debo nada... Por favor déjame en paz. – cierro los ojos, soltando las lágrimas que estuve reteniendo.
— Claro que me debes algo... Ya no tienes excusa Leah. ¿Vas a negarte? – me pregunta, agarrándome por las mejillas. – ¿Y por qué no te negaste cuando ese tipo que ni te conocía te folló?
Dudo en responder ante el miedo a su reacción.
— Porque a él si lo deseaba. – declaro, con una fortaleza que al parecer mantenía escondida.
Abro los ojos cuando sus manos se van a mi cuello y comienza a ahorcarme sin ningún tipo de piedad. Lloro y pataleo para que me suelte, pero mis plegarias solo lo hacen apretar con más fuerza.
— ¡Eres una zorra! Te negaste a tener sexo conmigo, pero a los segundos te lanzas en los brazos de un hombre casado.
— Hu-nter bassta. – murmuro, con mi último aliento.
Su manos impactan en mis mejillas, una, dos, tres veces. Así hasta que dejo de sentirlas. Solo vislumbro la sangre corriendo por mi nariz.
— ¿Qué pensaste? ¿Qué tendrías tu final feliz? Antes te mato.
Comienza a apretar con más fuerza, siento como mis pulmones pierden el aire y lo último que veo antes de cerrar mis ojos, es su cara de satisfacción al ver que nadie más puede tenerme.
— ¡No seas exagerada!
— Pon de tu parte Leah. Esto lo hago por amor.
— ¡Sabes como me pongo cuando veo todo negro!
— ¡Suéltame! – despierto con un fuerte dolor en mi pecho. Me llevo las manos al cuello para tener certeza de que nadie me está ahorcando.
— ¡Hey! ¡Hey! Mi amor ¿Qué pasa? – suelto un suspiro cuando Tom me agarra por los hombros. – Solo era una pesadilla...
Mierda, se sintió tan real.
— ¿Quién era?
— Él. – digo y aprieta la mandíbula. Sabe de quién hablo.
No puedo aguantar el llanto. La preocupación se acuna en mi pecho, cómo si en cualquier momento mi sueño se hiciera realidad.
No Leah, no volverás a pasar algo así. Te lo prometiste.
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Que la ley nos ampare | Tom Hiddleston [LIBRO 1] ✓ (En Edición).
फैनफिक्शन(Libro 1) Porque a veces es probable que el desconocido al que le entregaste tu virginidad, se termine convirtiendo en tu jefe. ¿Qué pasaría si una noche decides darle tu virginidad al primer extraño que encontraste en un bar recóndito de la ciudad...